Un
padre tiene la brillante idea de llevarse a su hijo heroinómano a
una cabaña en la taiga, atarlo y esperar a que pasen los días.
Podría ser un buen plan de desintoxicación de no ser por los lobos
rabiosos y los -40º.
Me
ha parecido bastante buena.
No
hay mucha acción y, cuando la hay, no suceden cosas imposibles. Es
cruda, realista, visceral. Visceral en el sentido más directo de la
palabra.
Es
curioso lo mucho que se incide en el tema de las drogas y las
adicciones. En realidad creo que es el tema principal de la película,
que los lobos están ahí sólo para disimular un documental. Desde
luego las adicciones ocupan más metraje que la rabia.
Además
está muy bien rodada. La dirección de fotografía es espectacular.
La nieve de día, de noche, bajo luz de faros, interiores de las
cabañas… Bien montada y con un ritmo muy logrado. Sólo le
criticaría el momento de la explicación de los ratones, demasiado
didáctico y más teniendo en cuenta de quién viene la explicación.
No
hay muchos personajes pero están muy bien dibujados. Los
principales: el padre, el hijo, el policía, el guardabosques. No
está nada forzado cómo llegan a convertirse en el núcleo principal
de la trama durante unos minutos. Me gusta bastante la psicología de
los 4, sus razones. Al llegar el final logran que el drama adquiera
potencia.
Y
secuencias como la del oso son novedosas por su forma de rodarlas.
Espeluznante lo que puede hacer una bestia descontrolada.
Película
rusa con peculiaridades bastante sugerentes.
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