Pues
ha vuelto John
Woo
con sus palomas en cámara lenta. No pierde el tiempo. Ya en el
minuto 3 un aleteo lento de plumas blancas cruza por delante de un
crucifijo en una iglesia. En otro director se podría leer alguna
simbología acerca del Espíritu Santo o la gracia, pero como es John
Woo
pienso que la lectura que debe hacerse es: a
él le mola.
Puede que me equivoque: la protagonista volverá a esa iglesia a
encender una vela por cada persona que asesina.
Una
de las mejores películas de John
Woo,
remake
de la que rodó en Hong Kong en 1989.
Puede que la trama la hayamos visto un mínimo de 200 veces (la
asesina que se vuelve contra su organización), pero está dirigida
con estilo, fuerza, ingenio, bien fotografiada, montada, orquestada…
Están
muy bien todas esas historias que se cuentan del pasado, no tanto
como flashback
sino como cómics en pantalla partida a modo de viñeta. Muy bien
también cómo van conectando la trama de Omar
Sy
y la de Nathalie
Emmanuel.
Sin precipitación, desarrollando a los personajes. Y muy bien el
modo de manejar momentos de tensión y humor como el gotero.
No
digo que todo sea verosímil. Tiene sus artificios y giros no del
todo convincentes. La
pelea final es demasiado larga. Pero
funcionan ritmo y personajes. De las escenas de acción nada que
reprochar a su especialidad en persecuciones de coches con
explosiones en cámara lenta milimétricamente controladas,
pero me quedo con el tiroteo en el hospital.
Hay
algunos travelling
(y un travelling
más zoom) muy apañados.
Y
como John
Woo
no es francés se permite el lujo de lanzar unas andanadas: petróleo
a cambio de armas,
petróleo a cambio de dejar mover la droga.
Completan
el reparto Sam
Worthington,
Diana
Silvers
y Eric
Cantona.
Me gusta que rescate a Tchéky
Karyo,
homenaje muy apropiado al
mentor de Nikita,
dura de matar,
el icono por excelencia de este género.
La
que lía la Reina de los Muertos.
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