Siempre
es desagradable entrar a tramas de mujeres árabes. Las noticias que
llegan sobre Afganistán, cómo toleramos en nuestros países
democráticos que vivan mujeres esclavizadas, el silencio de las
autodenominadas feministas, los intereses políticos, la cobardía
política…
Y
arranca la película mostrándote la última noche de una prostituta
en Irán. Cruda, casi documental, fotografía de suburbios sucios.
Una angustia.
Luego
seguimos a la periodista que investiga el asesinato de 9 prostitutas.
Y el número sigue subiendo. Una mujer temeraria. En un país en el
que no hay separación entre religión y estado, los niveles de
corrupción e impunidad religiosa, política y policial se dan la
mano.
La
protagonista es el vehículo para exponernos el demencial entramado
social de Irán. Tiene más peso como herramienta cinematográfica
que como carácter psicológico. En ese sentido es superior el
retrato del asesino. Un tipo machacado psicológicamente por ese
absurdo sistema, caótico en su sistema de moralidad, confuso en las
relaciones personales. Volvió de la guerra sin un rasguño. Ya.
Una
película con momentos durísimos, incómoda. El director es
implacable con el espectador. Hay ritmo, tensión y una sensación de
verosimilitud, de realismo, muy marcada. La explicitud de algunos
asesinatos es espeluznante.
Dicho
esto hubo un par de detalles que me chirriaron. La víctima número
11 en la alfombra mientras llega la mujer del asesino (demasiado
forzado) y el hecho de que mucha gente conozca al asesino, su moto,
pero aun así las prostitutas no tomen muchas precauciones. Tal vez
en otro producto lo habría pasado por alto. Pero la película es tan
sólida, tan descarnada, que esos detalles descuidados chocan.
Buena
película. Tiene algo de estupor magnético.
La
última secuencia te deja con un mal cuerpo…
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