11/8/24

Los instigadores

Noche electoral
en Boston. El alcalde celebrará una fiesta, momento en que recogerá “donaciones” de todo aquel que quiera una ayudita durante los próximos cuatro años. Un montón de dinero tentador para quien se atreva a robarlo.
Ya le ha pasado otras veces a Doug Liman: no sabe si imitar el estilo duro de Scorsese o el estilo bromista de Woody Allen. ¿Uno de los nuestros o Granujas de medio pelo? Y va saltando de uno a otro. No consigue ser ninguno ni tener su propio estilo. En esa irregularidad toca el absurdo.
Ahí es cuando empieza a gustarme. No debería, pero lo hace. Es tan desastrosa que me hace gracia. La persecución en el coche no tiene ningún sentido, pero una vez que estás ahí, me divierte mucho. Lo de los bomberos también es estúpido pero ya que estamos…
Le veo todos los agujeros a una trama que simplemente tira hacia adelante, sin pararse un segundo a pensar que ni las propias tramas ni los personajes ni las situaciones tienen un propósito. Y, sin embargo, veo esa apuesta de Liman por el caos y el sinsentido y me encuentro cómodo. Me estorba cuando pretende ponerse serio porque rompe el tono de la película. Es decir: le reprocho que no sea más demencial aún. Ese tiroteo en el despacho del alcalde, por ejemplo, es una parodia de los gatillos flojos de los americanos. La película quería ser eso: una ridiculización de la corrupción, violencia, atracos, tiroteos, heroísmos y aspiraciones del sueño americano. Llevado al extremo. Y al contenerse se queda corto.
También pienso, como dice Alfred Molina, que no es necesario ser tan vulgar, pero ya se sabe que cuando tu guion flojea, cuando no sabes buenos chistes, tiras de tacos, Hay un montón de buenos actores pero no puedo decir que destaquen especialmente.

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