16/7/24

Wildcat

-Déjame ser tu máquina de escribir.
Maya Hawke coge a su padre Ethan y entre ambos levantan estas historias de Flannery O’Connor entremezclándolas libremente con la vida de la escritora. Flannery O’Connor es una de las mejores escritoras americanas del siglo XX y la más incomprendida. Incluida con frecuencia en el estilo del gótico sureño, lo cierto es que ella era demasiado original para quedar circunscrita a un estilo. Aunque ciertamente comparte esos personajes extravagantes y el crudo realismo sureño.
La parte más débil de la película, en mi opinión, es que muestra a la escritora siempre atormentada, como su obra. Y ella no era retorcida. Era sencilla, directa y, aun en lo más duro de la enfermedad, alegre, irónica pero sin amargura.
Todo lo demás me gusta mucho. Ethan Hawke filma escenas incómodas, oníricas, cómicas, perturbadoras. Cada secuencia tiene intensidad. Logra en cada una lo que quiere. La cinematografía está muy bien: fotografía, encuadres… Siempre es inquietante, tenso.
El director sabe que el núcleo, al tratar de O’Connor, está en su concepto de la gracia desde un punto de vista católico. De hecho, si el aspecto psicológico de la escritora me parece lo más flojo, la cuestión religiosa, la búsqueda de esa gracia, me parece lo más interesante. En ese sentido la llegada del sacerdote, el padre Flynn (una agradable sorpresa quién lo interpreta), da lugar a la secuencia más dura, más traumática. La fe como tormento. La escritura como escándalo y caridad. No pretende agradar a nadie con su escritura, pero sí comunicar la verdad:
-La realidad no cambia según tu capacidad para soportarla.
Maya Hawke está enorme. Una interpretación descomunal. Y Laura Linney como su madre es magnífica. Cada una interpreta seis personajes.
Me encanta (no me lo esperaba) que incluyan el momento de debate de la eucaristía como símbolo. Sólo queda apuntado, pero demuestra que el director sabe dónde se estaba metiendo.
Parece que tampoco Ethan Hawke pretende agradar a los espectadores. Yo se lo agradezco. No es una película convencional. Es áspera, fragmentada. Sólo para la gran minoría que, como tú y yo, leemos a Flannery O'Connor.
Ah, por cierto: así se rueda un biopic sin convencionalismos.
Muy buena.

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