Maya Hawke coge a su padre Ethan y entre ambos levantan estas
historias de Flannery O’Connor entremezclándolas libremente
con la vida de la escritora. Flannery O’Connor es una de las
mejores escritoras americanas del siglo XX y la más incomprendida.
Incluida con frecuencia en el estilo del gótico sureño, lo
cierto es que ella era demasiado original para quedar circunscrita a
un estilo. Aunque ciertamente comparte esos personajes extravagantes
y el crudo realismo sureño.
La
parte más débil de la película, en mi opinión, es que muestra a
la escritora siempre atormentada, como su obra. Y ella no era
retorcida. Era sencilla, directa y, aun en lo más duro de la
enfermedad, alegre, irónica pero sin amargura.
Todo
lo demás me gusta mucho. Ethan Hawke filma escenas incómodas,
oníricas, cómicas, perturbadoras. Cada secuencia tiene intensidad.
Logra en cada una lo que quiere. La cinematografía está muy bien:
fotografía, encuadres… Siempre es inquietante, tenso.
El
director sabe que el núcleo, al tratar de O’Connor, está
en su concepto de la gracia desde un punto de vista católico. De
hecho, si el aspecto psicológico de la escritora me parece lo más
flojo, la cuestión religiosa, la búsqueda de esa gracia, me parece
lo más interesante. En ese sentido la llegada del sacerdote, el
padre Flynn (una agradable sorpresa quién lo interpreta), da lugar a
la secuencia más dura, más traumática. La fe como tormento. La
escritura como escándalo y caridad. No pretende agradar a nadie con
su escritura, pero sí comunicar la verdad:
-La
realidad no cambia según tu capacidad para soportarla.
Maya
Hawke está enorme. Una interpretación descomunal. Y Laura
Linney como su madre es magnífica. Cada una interpreta seis
personajes.
Me
encanta (no me lo esperaba) que incluyan el momento de debate de la
eucaristía como símbolo. Sólo queda apuntado, pero demuestra que
el director sabe dónde se estaba metiendo.
Parece
que tampoco Ethan Hawke pretende agradar a los espectadores.
Yo se lo agradezco. No es una película convencional. Es áspera,
fragmentada. Sólo para la gran minoría que, como tú y yo, leemos a Flannery O'Connor.
Ah, por cierto: así se rueda un biopic sin convencionalismos.
Muy
buena.
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