En
cuanto cumple 18 años, Dai Miyamoto se traslada a Tokio con el
objetivo de triunfar en su pasión: tocar jazz con el saxo.
Espectacular.
Utilizar la animación para contar esta historia me parece todo un
acierto porque el anime se pone al servicio de la música, se
convierte en jazz. Los dibujos arrancan brillos metálicos, se
transforman en transparencias, los colores se vuelven fluidos,
navegamos en la abstracción, el blanco y negro… Y la cámara,
libre, fluye junto con la música, se vuelve narrativa.
No
sé mucho de jazz, a mí me ha sonado bien. Pero es evidente que la
conjunción de música y anime logra una gran fuerza artística. Tiene una potencia visual que es una barbaridad.
La
historia es buena. Dai, con su saxo, descubre a un pianista de
técnica magistral. Luego incorporarán a un batería malillo pero
con pasión por aprender. Los tres quieren llegar a tocar en el So
Blue, el local reservado para los grandes del jazz o, al menos, las
grandes promesas del jazz.
Seguimos
los avatares de la banda que, como siempre, tienen sus disputas,
altibajos y, desde luego, un punto de tragedia, un giro traumático.
Puede ser convencional pero no suena falso: su aparente estereotipo
no es más que un homenaje a tantas y tantas bandas de jazz, es
atrapar la esencia de sus historias.
Al
mismo tiempo consigue mostrar la amistad de los tres chicos, su
proceso de maduración artística y personal, la aceptación de que a
veces la vida da limones a unos y a otros no.
Ágil,
fluida, interesante, jamás se estanca.
-Esto
es jazz.
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