El
padre de Tulika le concierta un matrimonio. Viajan en tren para ir a
la boda pero 36 saqueadores secuestran el tren.
Amrit,
comando del ejército y el hombre al que Tulika realmente ama,
también está en el tren con su amigo Viresh.
El
título ya lo dice todo. Peleas a muerte en un tren: un espacio
estrecho, ver cuánta gente cabe peleando en un aseo, literas,
pasillos, descansillos, techo. Hay pocos tiros. Casi todo son peleas:
puñetazos, cuchillos, machetes… Golpes a mansalva, roturas de
dedos, brazos, piernas. La gente no muere tan fácil.
A
medida que avanza la película vas odiando a gente concreta. El del
chándal azul y blanco, por ejemplo. Qué ganas le tienes a ese.
Y
llega la mitad de la película. Ahí sucede algo importante.
Aparece el título (sí, a mitad de la película) y es un punto de
inflexión. Aunque sea una película india se parece más a
una coreana. Es realista, cruda, salvaje. Una carnicería ejecutada
de modo quirúrgico. Incluso con algunos puntos macabros. El
soldado está ahora en una guerra e implanta la estrategia del
terror.
No
es una de venganza al uso. Hay un regodeo en la violencia por la
violencia. Digamos que es una crítica por llevarlo hasta la
saciedad. Una
verdadera animalada. Casi
nihilista, te
deja el mismo mal cuerpo que te dejaba la primera de Mad
Max. Muchísimo mejor que Monkey Man.
Pura
rabia.
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