La primera vez que un Predator llegó a la tierra fue en las Grandes Llanuras de los nativos americanos en 1719. En aquel entonces no estaba Schwarzenegger con su armamento militar. Pero sí una comanche llamada Naru.
Pues así es cómo se hace un western con alienígenas. Y aunque no te guste el western o los alienígenas da igual porque es una buena película de acción. Es una historia de supervivencia, el hombre contra la naturaleza, la lucha por estar más arriba en la cadena alimenticia. También es un documental de fauna salvaje con Predator añadido.
Construye los personajes con cuidado (se ponen algo pesados con lo de si la protagonista debe o no cazar), se preocupa del aspecto dramático más que de la acción y, cuando llega la carnicería escogen un estilo casi documental: la secuencia del lobo, por ejemplo. Qué maravilla.
Y la del oso.
La ausencia de armas, balas y tiroteos obliga a usar la imaginación para dotar a la heroína de ingenio y recursos originales. A ver, que la chica usa el hacha que da gusto verla.
Un detalle feo es poner a los franceses como malos. Esa disposición de los yanquis a no cargar con sus propias culpas. Más aún cuando el Predator se convierte en una metáfora de los colonizadores anglosajones.
Muy bien Amber Midthunder.
-Me gustan los perros. Saben mejor que el castor.
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