Un
actor alemán debe ir a un casting en
Londres. Antes de viajar al aeropuerto entra en un bar a tomarse un café. En la
barra, un hombre, un tal Bruno, comienza a criticar algunas de las
interpretaciones del actor.
Daniel Brühl dirige e interpreta, junto a Peter Kurth esta película que pudo ser una obra de teatro. Los comentarios de Bruno se van haciendo cada vez más incisivos, más personales y, poco a poco, se transforma en una trama de suspense donde se irán revelando secretos.
Brühl, me parece, trata de
hacer una película acerca de la fama, la pérdida de la intimidad, la intrusión
en las vidas personales, los peligros de la tecnología. Pero también sobre lo
imprudentes que somos en nuestro exhibicionismo de la interioridad, en la frivolidad
con que tratamos asuntos domésticos. Hay una doble cara entre lo que mostramos
sin pudor y las consecuencias que eso puede tener en manos ajenas.
Tal
vez no sea excesivamente profunda. Tal vez no debe serlo. Está muy bien
interpretada, el ritmo es perfecto. La tensión crece de modo imparable y
progresivo. Además Brühl se desenvuelve bien con el uso de la cámara en
un lugar cerrado y oxigena la historia con breves salidas al exterior.
Muy inquietante Bruno. Ese comentario sobre si fue un prisionero de la Stasi o un guardia de la Stasi deja un poso imborrable.
Una película pequeña pero buena.
Daniel Brühl dirige e interpreta, junto a Peter Kurth esta película que pudo ser una obra de teatro. Los comentarios de Bruno se van haciendo cada vez más incisivos, más personales y, poco a poco, se transforma en una trama de suspense donde se irán revelando secretos.
Muy inquietante Bruno. Ese comentario sobre si fue un prisionero de la Stasi o un guardia de la Stasi deja un poso imborrable.
Una película pequeña pero buena.
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