7/3/22

Un héroe

Rahim está en la cárcel por una deuda. Sale con un permiso de dos días dispuesto a conseguir dinero para pagar esa deuda.
El inicio tiene un par de planos sintomáticos. En el primero no llega a coger el autobús por muy poco. En el segundo contemplamos la maraña de un andamiaje de una excavación arqueológica. Recuerda (a mí me recordó) algunas de las escenas de El proceso de Orson Welles. Y ciertamente, aunque he leído por ahí que es una adaptación de El idiota de Dostoievski, me parece que esta película tiene mucho de kafkiano que veremos desarrollarse y amplificarse a medida que transcurren los minutos.
Farhadi vuelve a contarnos una de esas historias que se le dan tan bien. Nos centra en una persona y, a partir de ahí, vemos cómo sus acciones afectan a más y más gente. Lo que hacemos incumbe a una escala social.
El prestamista, la familia, los empleados de la cárcel, el taxista, la asociación benéfica, medios de comunicación… Una onda expansiva de proporciones inesperadas a partir de un acto bueno y unas metirijillas.
Hay mucha luz en la película, la luz de Irán, cálida y colorista. Un contraste con la falta de sentido que presenciamos. Las situaciones se complican de formas inesperadas, un destino de mala suerte implacable.
A veces es angustiosa y, al mismo tiempo, casi cómica. Esos giros que complican todo tienen algo de ironía burlona. Al final sólo queda la aceptación de la arbitrariedad.

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