19/2/22

Muerte en el Nilo

Hay que reconocerle a
Kenneth Branagh que tiene ingenio. Para explicarnos el aparatoso mostacho de monsieur Poirot nos ofrece una escena introductoria en las trincheras, durante la ocupación alemana de Bélgica en 1914. La excusa para el bigotazo es estupenda. En blanco y negro. Luego saltamos a 1937 y nos inunda con un colorido que, personalmente, me ha parecido exagerado a veces.
La película tiene un problema fundamental: está más interesada en el cine que en la intriga de la trama. Branagh busca el puro cine, los movimientos de cámara, los juegos de planificación, los aspectos estéticos. Picados, travellings, encuadres, banda sonora… Le da igual tener entre manos una historia de suspense o cualquier otra cosa. En principio eso es bueno (para mí) pero olvida a los personajes. También le pasaba a la película de 1978, un reparto igualmente espectacular pero con tantas estrellas que era imposible profundizar en la psicología de todas ellas. Antes y ahora se sienten desaprovechadas.
Tal vez fue una necesidad surgida en el montaje tras la polémica con Armie Hammer; la obligación de relegar al actor lo más posible se cobró un precio sobre los demás personajes.
Habría preferido menos barco y más Egipto.
En cualquier caso tiene elegancia clásica, estilo moderno y un Poirot bastante divertido. También algún capricho digital excesivo como esa escena subacuática con pez. Es una historia entretenida aunque carezca de aspiraciones dramáticas. Pero reconozcámoslo: así son todas las novelas de Agatha Christie.

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