Me
gusta todo el contexto que crea. Fío, chica joven venezolana que
vino a España a hacer un máster mientras trabaja. La vemos como
repartidora en bici. Y escuchamos múltiples llamadas de teléfono:
abuela, madre, compañera de piso, vecino… Conocemos a Fío a
través de esas llamadas mientras seguimos su deambular por las
calles. Y conocemos la situación de su familia en Venezuela y la
decisión que toma de transportar algo más… cuestionable.
Me
gustan detalles como ese coche de la Policía Nacional apareciendo
justo en el momento de la tentación.
Es
bastante realista. No pinta a todos los inmigrantes como buenos ni
como malos. Como cualquier otro grupo hay gente con diferentes
valores morales. Tampoco se ahorra los
descensos a
la sordidez. Es interesante la tensión que mantiene con su compañera
de piso.
Ningún
reduccionismo. Una inmersión cruda en los problemas
de la inmigración: los conflictos que generan, los que pretenden
integrase, la
delincuencia (prostitución,
droga, robos),
los que trabajan honradamente…
Los
cruces entre ambos.
Todas
esas cuestiones, presión sobre presión, evolucionan a lo largo de
la noche y hacen comprensibles las decisiones urgentes de Fío.
70
minutos que comienzan a ritmo tranquilo de bici y va aumentando para
asentar mazazos en las esquinas oscuras de la noche.
Por
suerte deja un halo de esperanza. En alguien hay que confiar.
Muy
buen trabajo de Mariela Martínez sosteniendo todo el metraje.
Muy bien la fotografía nocturna.

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