El
star
system
tuvo su sentido: atraía público al cine. Pero ahora ya no hay
estrellas. Hay famosos: actores, cantantes, streamers, youtubers,
influencers, gamers… De Estados Unidos, Corea, Japón, China,
India…
Pero
estrellas
no
hay.
Esto
viene a que uno de los grandes males del cine yanqui es seguir con el
sistema de estrellas. Se gastan en famosos -no estrellas- un pastón
que no deberían gastar. Por eso Japón hace Godzilla con 15 millones
y Estados Unidos con 115. O 200.
Así
que, cada semana, llega a los cines un truño que no debería estar
ahí. La semana pasada fue Fritos a balazos.
Llegó a los cines porque tenía famosos -no estrellas, pero pagados
como si lo fuesen- cuando nunca debió salir de una plataforma. El
dinero gastado en el reparto debió tener otro destino.
Y
esta semana le toca a Afterburn, otro desastre con Dave
Bautista, Olga Kurylenko y Samuel L. Jackson (creo
que sale menos de 10 minutos) cuyo sueldo se podría haber empleado
mejor. Ojo: lo entiendo. No puedes cortar por lo sano. El error está
en seguir manteniendo el sistema. Si el dinero gastado en famosos -no
estrellas, ¿entiendes?- se hubiera gastado en darle vueltas al
guion, mejor planificación, más días de rodaje, etc. otro gallo
nos cantaría.
Un
mundo postapocalíptico, un buscador de tesoros (o de lo que sea), un
rey.
El
guion no tiene sentido. No tiene sentido el objetivo ni el pago ni
que le encuentren sus contactos en Francia ni que le persigan (¿por
un cruce de miradas?) ni el coche blindado sin lunas en las ventanas
ni ninguna de las consecuencias derivadas de lo anterior. Sobrevivir
al tren. Tremendo.
Diálogos
malísimos que se creen graciosos e ingeniosos.
Muy
mala. No entiendo cómo se ha estrenado en cines.
No hay comentarios:
Publicar un comentario