Mar
desapareció hace 5 meses. Su padre y hermano la buscan en las rave
de los desiertos de Marruecos.
Para
mí tiene algo de narrativa mitológica, de Ulises buscando a
Penélope, de Orfeo a Eurídice, de los Argonautas en sus locuras. De
Centauros del desierto. Hay peculiares resonancias
religiosas: una cruz de luz en el muro, la Meca en la televisión… Y
está ese toque hipnótico, alucinógeno, del ritmo electrónico de
las rave. Al mismo tiempo se oyen noticias de la III Guerra Mundial,
de los países alineándose en dos bandos y en las rutas desérticas
circulan vehículos militares.
También
puedes ver una tragedia griega, mazazos dramáticos inesperados que
te dejan helado. En toda épica viajera pierdes compañeros de
viaje por el camino y ganas otros. Pero, la verdad, ¿es necesario
ser tan cruel?
Es
una mezcla que el director maneja consciente de estar saltándose los
caminos trillados. Su lenguaje y estructura no son convencionales. Es
la clásica historia del viaje, con los obstáculos que ponen a
prueba al protagonista, pero contada de un modo muy moderno.
Personajes
lisiados. Física y emocionalmente. Y la vida no los va a tratar
mejor de lo que hizo hasta ahora.
Sergi
López se adentra en Sirat, el puente que une infierno y paraíso,
estrecho como un cabello y más afilado que una espada.
Muy
dura.
¿Buena?
Sí. ¿Para todo tipo de públicos? Ni hablar, es preciso tener
cierto gusto cinéfilo, apertura a esquemas mentales diferentes. ¿Es
adecuada para los Oscar? Para nada. Esto los americanos no lo van a
entender. Espero equivocarme.
El
añadido de Trance en el desierto es la típica majadería de
los tíos que ponen los títulos sin ver la peli. Si la han visto no
la han entendido.
Porque
lo que plantea es la pregunta acerca del sentido de la vida, de las
injusticias del mundo, la frustración ante lo que no entendemos.
-¿Cómo?
¿Cómo funciona esto?

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