8/9/25

Una quinta portuguesa

Con frecuencia me recordaba a
Erice. Y se me ocurren pocos elogios mejores que ése.
Fernando. Profesor universitario de Geografía, particularmente interesado en la cartografía. Un día su mujer lo abandona para regresar a Serbia. Fernando inicia una nueva vida anónima en Portugal.
Es una de esas películas que te cuenta con sus silencios tantas o más cosas que con los diálogos. Una película creada con sobrentendidos, con relaciones personales intuidas, con gestos de amabilidad. Gente con pasados silenciados, un mundo en el que todos somos migrantes, expatriados, nómadas. Sin pertenecer a un sitio pero perteneciendo a todos. Un universo de saudade por la tierra y los amores perdidos.
Hay muchísimos detalles que van acumulando densidad. Desde el mapa de Europa que se cae a ese coche que ocasionalmente se estrella en la noche, desde las copitas nocturnas de Oporto que jefa y empleado toman en el jardín a ese querer plantar de nuevo almendros blancos. O un balcón contemplado con gran diferencia en el tiempo.
Por cierto: qué gran idea el sistema de apuestas en las cartas.
Maria de Medeiros y Manolo Solo tienen una química brutal. Quizá sospechamos que, cuando se cuenten todo, la magia se romperá. Pero no es así. Un giro de guion revierte la historia.
Difícil contar mejor qué es sentirse extranjero en tu propia casa mientras vuelves a decir Milena.
La directora, Avelina Prat, demuestra que tiene ases en la manga para mantener el suspense, que no necesita fuegos de artificio para construir una historia atractiva, con toda la intriga que llevan en sí las vidas de los seres humanos.
Una película hermosa, que sabe ahondar, buscar profundidad. La he disfrutado mucho. Pero si buscas más…
-No tengo repuestas para ti.

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