Fernando.
Profesor universitario de Geografía, particularmente interesado en
la cartografía. Un día su mujer lo abandona para regresar a Serbia.
Fernando inicia una nueva vida anónima en Portugal.
Es
una de esas películas que te cuenta con sus silencios tantas o más
cosas que con los diálogos. Una película creada con sobrentendidos,
con relaciones personales intuidas, con gestos de amabilidad. Gente
con pasados silenciados, un mundo en el que todos somos migrantes,
expatriados, nómadas. Sin pertenecer a un sitio pero perteneciendo a
todos. Un universo de saudade
por la
tierra y
los amores perdidos.
Hay
muchísimos detalles que van acumulando densidad. Desde el mapa de
Europa que se cae a ese coche que ocasionalmente se estrella en la
noche, desde las copitas nocturnas de Oporto que jefa y empleado
toman en el jardín a ese querer plantar de nuevo almendros blancos.
O
un balcón contemplado con gran diferencia en el tiempo.
Por
cierto: qué gran idea el sistema de apuestas en las cartas.
Maria
de Medeiros y Manolo Solo tienen una química brutal.
Quizá sospechamos que, cuando se cuenten todo, la magia se romperá.
Pero no es así. Un giro de guion revierte la historia.
Difícil
contar mejor qué es sentirse extranjero en tu propia casa mientras
vuelves a decir Milena.
La
directora, Avelina Prat, demuestra que tiene ases en la manga
para mantener el suspense, que no necesita fuegos de artificio para
construir una historia atractiva, con toda la intriga que llevan en
sí las vidas de los seres humanos.
Una
película hermosa, que sabe ahondar, buscar profundidad. La he
disfrutado mucho. Pero si buscas más…
-No
tengo repuestas para ti.

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