25/1/25

The Brutalist

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Lázslo… Te toleramos.
Los actores y actrices hacen bien en querer trabajar con Haneke, Sean Durkin, von Trier, Östlund, Assayas… Pero cuando vas buscando trabajar con todos ellos es que eres algo rarito. Brady Corbet ha actuado bajo la dirección de los mencionados. Ahora, se lanza a dirigir.
Precedida por halagos grandilocuentes desde el festival de Venecia dejemos claro una cosa: no es para tanto. El principal problema, en mi opinión y derivado de lo anterior, es la falta de una unidad de estilo. Brady Corbet toma de aquí y allá pero sin una personalidad propia. Se podrían establecer muchas comparaciones con Megalópolis y, aunque The Brutalist sea muy superior, en fotografía gana Megalópolis: Coppola quiso una fotografía hortera de modo continuo y lo hizo. The Brutalist parece filmada por diversas personas en diferentes momentos sin que exista una razón.
Su duración de 3 horas y 34 minutos no tiene mucho sentido. La primera parte, 100 minutos, antes del intermedio, me sobra casi por entero. No acaba de interesarme la vida de un hombre que llega como inmigrante a Estados Unidos (secuencia inicial) y lo primero que hace es ir a un burdel. Me interesa mucho más el personaje de Guy Pearce (Van Buren es muy complejo) que el del protagonista Adrien Brody. ¿Por qué Toth es como es? Ni idea. De hecho no parece tener carácter. Lo pasó mal siendo judío en Hungría, es buen arquitecto y está obsesionado con el sexo. No hay más.
Para mí la película empieza justo a la mitad, cuando llega Erzsébet (Felicity Jones), la esposa. Ahí Toth está forzado a evolucionar: su relación con la esposa, con Van Buren, con Estados Unidos… Ahí sí veo, al fin, verdadero conflicto y drama. Me recuerda a Ciudadano Kane y su Xanadú, a la relación entre Miguel Ángel y Julio II en El tormento y el éxtasis. Eso sí: los personajes son más retorcidos, angustiados, psicológicamente destrozados. Traumatizados. Muy traumatizados. También en esta segunda parte, hay ideas visuales que sí parecen más originales, más personales.
Ese final, el salto a 1980, parece un tanto abrupto y un modo de esquivar respuestas a cosas que quedan pendientes.
El conjunto me parece bueno, ambicioso. Pero Corbet necesita pulir cosas y ser menos pretencioso.

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