Los
actores y actrices hacen bien en querer trabajar con Haneke,
Sean
Durkin,
von
Trier,
Östlund,
Assayas…
Pero cuando vas buscando trabajar con todos ellos es que eres algo
rarito. Brady
Corbet
ha actuado bajo la dirección de los mencionados. Ahora, se lanza a
dirigir.
Precedida
por halagos grandilocuentes desde el festival de Venecia dejemos
claro una cosa: no es para tanto. El principal problema, en mi
opinión y derivado de lo anterior, es la falta de una unidad de
estilo. Brady
Corbet
toma de aquí y allá pero sin una personalidad propia.
Se podrían establecer muchas comparaciones con Megalópolis
y, aunque The
Brutalist
sea muy superior, en fotografía gana Megalópolis:
Coppola
quiso una fotografía hortera de modo continuo y lo hizo. The
Brutalist
parece filmada por diversas personas en diferentes momentos sin que
exista una razón.
Su
duración
de 3 horas y 34
minutos no
tiene mucho sentido. La primera parte, 100 minutos, antes del
intermedio, me sobra casi por entero. No acaba de interesarme la vida
de un hombre que llega como inmigrante a Estados Unidos (secuencia
inicial) y lo primero que hace es ir a un burdel. Me interesa mucho más el personaje de Guy
Pearce
(Van Buren es muy complejo) que el del protagonista Adrien
Brody.
¿Por qué Toth es como es? Ni idea. De hecho no parece tener
carácter. Lo pasó mal siendo judío en Hungría, es buen arquitecto
y está obsesionado con el sexo. No
hay más.
Para
mí la película empieza justo a la mitad, cuando llega
Erzsébet (Felicity
Jones),
la esposa. Ahí Toth está forzado a evolucionar: su relación con la
esposa, con Van Buren, con Estados Unidos… Ahí sí veo, al fin,
verdadero conflicto y drama. Me recuerda a Ciudadano
Kane
y su Xanadú, a la relación entre Miguel Ángel y Julio II en El
tormento y el éxtasis.
Eso sí: los personajes son más
retorcidos, angustiados, psicológicamente destrozados. Traumatizados. Muy traumatizados. También
en esta segunda parte, hay ideas visuales que sí parecen más
originales, más personales.
Ese
final, el salto a 1980, parece un tanto abrupto y un modo de esquivar
respuestas a cosas que quedan pendientes.
El
conjunto me parece bueno, ambicioso. Pero Corbet
necesita pulir cosas y ser menos pretencioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario