La
película tiene algo de inasible. No sabes si es el sueño de un
gato, una catástrofe ecológica que ha terminado con los humanos,
otro planeta, un universo mitológico… Pero da igual. Tú decides
qué escoger.
La
película no aporta cualidades antropomorfas a los animales. Excepto
cuando menos te lo esperas como ese momento en que descubres que
saben manejar el timón de un barco. Salvo contadas excepciones
actúan como lo que son y se mueven por instinto.
Visualmente
es apabullante. Si esto lo ven los paisajistas del XIX entrarían en
éxtasis. Es curioso el contraste entre el realismo del paisaje
(cielos, agua, árboles, praderas) y la textura estilo acuarela de
los animales, sin preocupación por definirlos, más interesados en
el movimiento fluido que
en el detalle preciso.
La
cámara también es fluida. Se balancea en largos travelling,
suave, constante, como si fuese la mirada de otro animal más, al que
nunca conoceremos, pero presente en todos los acontecimientos.
El
mensaje. Abierto. Yo lo veo como una objetivación de las
diferencias: a veces nos separan sin remedio, otras veces
aprovechamos las diferentes cualidades para salir adelante. Existe la
tentación del individualismo y el sentido común social. Está
presente lo primario que nos arrastra (ese conejo, qué bueno) y está
el esfuerzo por ayudarnos. Pero insisto: no debemos humanizar a los
animales porque raras veces lo buscan. Son, simplemente, el espejo en
que se mira el lémur.
Y nosotros con él.
Y
está, creo que eso sí es evidente, la vanidad de los humanos. Todas
sus creaciones ambiciosas convertidas en ruinas. Fabulosa la estatua
gigantesca que, al subir el agua, parece un náufrago nadando al
límite de sus fuerzas. Me
quedo con el instante en que el gato mira, triste, la agonía de ese
cetáceo que poco antes le asombró y le aterrorizó a partes iguales
por su belleza y gigantismo.
Una
deliciosa experiencia estética.
Una animación llegada de Letonia que tiene una oportunidad de dar la
campanada en los Oscar. Desde luego su nivel es altísimo. Para
mí supera a Robot salvaje.
Puramente
contemplativa es,
lógicamente, muda. Para
todo tipo de públicos.
El
añadido de “un mundo que salvar” del título español es una
majadería.
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