La quinta temporada ha
cambiado mucho. Muchísimo. Casi es otra serie. Son los personajes de siempre
pero enfocados de una manera radicalmente distinta. Se acabaron los episodios
procedimentales, se acabó el crimen resuelto dentro de una hora, se acabó el
formato tradicional.
Longmire ha crecido en una
dirección que no siempre es de mi agrado pero, pese a todo, ese descoloque, me
parece muy bien. Apenas policiaca, mucho más dramática.
El honrado sheriff es
acusado y debe comparecer a juicio. No entiende de dónde vienen las pruebas, de
qué exactamente se le acusa y desconoce el motivo real por el que se realiza
ese complot contra él. Y, mientras, comienza a fabricar fantasmas, a remover
las cosas, a complicarse aún más la vida y a embrollar su caso. Y Vic y Ferg se
ven envueltos en esa tormenta.
Drama. Y los guionistas
juegan bien con las dudas. No sabemos si Walt acusa con razón o sin razón, si hace bien o mal. El
aparente cambio de bando de su hija, el nuevo Héctor, las relaciones con el
sheriff de la reserva, la mafia irlandesa y, por supuesto, el casino.
Se acabó lo policiaco,
empieza el desasosiego, la incertidumbre moral. El honrado Longmire tal vez
deba dejar de serlo.
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