26/12/24

Nosferatu (2024)

Soy un pesado, lo sé. Siempre hablo de que en el cine debe pesar la imagen, la forma, lo puramente fílmico y, cuando eso sucede, me quejo porque flojea el guion. Me explico: quiero el peso de la imagen porque escasea, porque a veces las películas parecen meros libros ilustrados, una lectura con dibujitos. Pero desde luego el guion es fundamental.
Robert Eggers, el señor que filma hogueras, rueda este Nosferatu, un portento visual, una labor de fotografía acongojante, un espectáculo gótico de negrura y contrastes. Como decían en Ripley: La luz. Siempre es la luz. Está tan lograda su imaginería, es tan bonita que no hay terror. Te quedas mirando boquiabierto esa belleza de estrangulación, de mordisco, de sangre y… no te afecta emocionalmente. Es estética pura.
No me quejo. Como no me quejé de Sleepy Hollow. La diferencia es que Tim Burton usaba recursos de comedia y drama y algo de terror porque no pretendía hacer una película terrorífica en sí. Y Robert Eggers sí quiere. O debería.
O, si no, no haber utilizado el título de Nosferatu. Creo que la parte más terrorífica es esa relación entre vampiros y lo demoníaco. No estaba tan claro en la peli de Murnau y se acerca más a la novela de Drácula.
Tampoco tiene mucho sentido hablar de actuaciones en sentido normal, genérico, clásico. Son, de nuevo, interpretaciones artificiales, ordenadas a la estética, que quiere una convulsión aquí, un espasmo allá, movimientos grandilocuentes para que la cámara tome justo ese detalle de vestidos y cortinajes desplegados. Ojo: es un reparto enorme y no es fácil actuar del modo que les exige el director. No les quito mérito. Simplemente son composiciones estilizadas al servicio del encuadre.
Es demasiado larga. Hay redundancias y a ratos se hace un poco cansina. O igual es que te cansas a veces de la insistencia en imágenes bonitas “gratuitas”, sin que avance la acción.
Pienso que era una película con una tentación clara: pasarte de postmoderno, hacer un Megalópolis. Y el director no cae en la trampa. Logra un equilibrio maravilloso entre el homenaje a la peli original y la visión del siglo XXI.

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