Primero
muere el embajador de China en el Reino Unido. Luego tres personas
son asesinadas. Una de ellos era el amante de Helen. Helen pertenece
a las Palomas Negras, casada, con dos hijos y lleva 10 años espiando
a su marido, ministro de Defensa.
Una
cosa no me cuadra. Helen recibe una bronca por tener un amante y
nadie dice nada a Sam, con muchos más líos y más imprudentes con
sus amantes gais. Pero, en fin, lo justifican con una carambola
anti-probabilidad. Fue el modo de que la trama de Sam, que no
encajaba con la principal, pudiese hacerlo. Ahí la serie ya no me
gustó tanto. Esas casualidades no pueden estar presentes en una
trama seria.
Definitivamente
cambié el chip. Ya no estaba en John
le Carré.
Estaba en algo más James
Bond.
No una de espías “de verdad” sino en una de puro
entretenimiento. Que no es malo. Pero hay que saber dónde situarse.
Lo
de la conversación con Vanessa, la de la embajada americana, ya es
bajar otro nivel a la escala chiste, a la comedia. Los últimos
capítulos están más cerca de Killing
Eve.
Pienso
que tocar tantos estilos perjudica a la serie. La hace incoherente.
La
cuestión es que están Keira
Knightley,
Sarah
Lancashire
y Ben
Wishaw,
así que no pude decir que no. Knightley
lo hace muy bien, Lancashire
está desaprovechada, Wishaw
en su línea.
Es
entretenida, no lo niego. Tiene giros, engaños, todos mienten…
Pero cada vez se vuelve más loca. Para disfrutarla tienes que
adaptarte progresivamente al todo vale.
Por
cierto. La vi con subtítulos. Comprobé que usaban correctamente el
imperativo “idos” en vez del incorrecto y cada vez más frecuente
“iros”. Sentí alivio. Alguien que aún distingue el infinitivo
del imperativo. Gracias, Andrea
Peñalver Albendea.
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