Zemeckis
pone la cámara en un sitio y por allí delante va desfilando la
Historia. Desde los dinosaurios hasta la actualidad. La cámara acaba
dentro de una sala de estar y presenciamos, sobre todo, los avatares
de una familia del siglo XX.
Terminé
agotado. Apenas estás entrando en una escena, acostumbrándote a su
ritmo (comedia, drama, romance, contemplación, tragedia)
y ya salta a otra. Tienes un minuto, a veces segundos, entre cambios
de época y personajes. Un recuadro en la pantalla te indica que va
a cambiar de inmediato, a qué época vamos. Es imposible implicarse,
dificilísimo estar atento. Tienes que poner todos tus sentidos en
algo que no merece tanto esfuerzo.
Zemeckis
siempre demostró un interés por los aspectos tecnológicos más
novedosos. A veces le sale bien (Forrest
Gump,
Regreso
al futuro,
Contacto)
y otras veces no (The
Polar Express,
Beowulf,
Pinocho).
En general, yo creo que suele llegar un poco tarde.
En
Aquí
hay mucho de rejuvenecimiento o envejecimiento facial pero en
realidad aquí la cuestión tecnológica no es lo importante. Lo
importante es esa tarea de montaje en la que debe haberse divertido
muchísimo pero que no da tan buenos frutos como él
piensa.
Emocionalmente
casi nula, apostando todo a la escena final. Es tan episódica que no
llega
a interesarte nada de lo que pasa a nadie.
La
estrategia de reunir a Tom
Hanks
y Robin
Wright,
30 años después de Forrest
Gump,
no va a dar los frutos esperados, creo yo. No veo aquí la química,
entre otras cosas por ese exceso en la edición.
Llamativa
en algunos momentos pero aporta muy poquito en su mensaje de
aprovechar la vida, amar a quienes tenemos al lado, lo efímero de la
existencia.
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