Hace
20 años Nicolaj
Arcel
dirigió una película titulada El
juego del rey.
En esa película Ulrik Torp era un joven periodista danés que
destapaba un turbio proceso político.
Ahora
en Kingmaker
(traducción al “castellano” de Morkeland)
retoman al personaje de Ulrik Torp. Ya no es joven, ha estado 5 años
en paro y acepta un puestecillo como becario.
Hay
cosas poco sutiles pero imagino que es necesario para condensar la
trama y hacerla avanzar al ritmo adecuado. Porque sí funciona bien
ese ritmo: presentación de personajes, una psicología adecuadamente
interesante, desarrollo de la investigación. La trama está bastante
bien construida al mismo tiempo que aporta detalles: contrastar
fuentes, evitar titulares fáciles, honradez profesional, prejuicios…
Sus
valores fílmicos no son muy relevantes pero tal vez no era
necesario. Cumple bien su función. La historia comienza con la
ejecución de un funcionario del Ministerio del Interior y nos
mostrará lo fácil que es cometer fraude electoral, lo sencillo que
es manipular a la población y que traguemos con lo que nos digan.
Me
gusta la escena del “accidente” de coche. Creo que logra
sorprender e impactar por su brevedad y, precisamente, por ser
sobria. Lo mejor es el paralelismo del cáncer del protagonista y el
cáncer de la sociedad: dudas, resultados, rendirse o luchar, lo que
contamos, a quién...
Hay
cosas que en España nos suenan a fantasía. Ulrik considera que
aceptar una caja de tomates se puede considerar soborno. Ése es el
estándar danés. Lógico que se pregunten qué pinta España en
Europa. Pero sigue siendo una película descorazonadora sobre la
corrupción política y periodística.
No
es nada del otro mundo pero está bien, tiene puntos interesantes y
va al grano.
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