-Si
no puedo correr, Ralph, ¿quién soy?
Ah,
esas son las profundas cuestiones que preocupan a los personajillos de los
videojuegos. ¿Habrá algo más allá de unos y ceros?
Yo
sólo digo una cosa: si todas las pelis incluyesen a un personaje tan bueno como
Vanellope von Schweetz el cine sería mejor. El mundo sería mejor. Esa escena en
la que Vanellope, huyendo de los Soldados Imperiales de Star Wars, cae en el gineceo de las princesas Disney es de lo
más loco y genial que he visto en muchísimo tiempo. Quizá en la vida. ¿Cómo se
les pudo ocurrir una gansada tan divertidísima como esa fiesta de pijamas?
Vanellope impone su moda a Blancanieves, Rapunzel, Mérida y demás caterva. Roza
los límites de la cordura.
Tiene
escenas tan descabelladas que no existen calificativos adecuados para definirlas. Yo
no los conozco. O los he olvidado por el shock.
Es
una pena que su tramo final sea tan de manual. Somos amigos, nos enfadamos, nos
reconciliamos. Es una pena, sí, porque si hubiesen mantenido el nivel de locura
habría sido una obra maestra. Pero hay neurosis imposibles de arrancar en Disney.
Pese
a ello, ya digo, hay un montón de escenas que encantarán por igual a un
ingeniero informático y a un crío. Ese mundo de servidores, virus, algoritmos y
buscadores es de traca.
Deja
en casa la parte lógica y racional de tu cerebro y déjate llevar por la
demencia. Muy disfrutable.
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