Salam
es palestino residente en Jerusalén. Asesor de hebreo en un famoso culebrón
palestino: Tel Aviv en llamas. Cuando
cruza el puesto de control siempre es detenido. Assi, el capitán israelí quiere
meter baza en la trama para impresionar a su mujer, fanática de la serie. Y
Salam puede impresionar a la chica que le gusta subiendo al rango de guionista.
Empiezan a escribir juntos la trama. Y las cosas se complican en la serie y
entre ellos.
Me
decepciona un poco porque, evidentemente, está escrita en clave de comedia y es
una comedia. Necesitaba, creo yo, un toque más fuerte para llegar hasta la
carcajada. Particularmente en escenas como la del secuestro con la furgoneta.
Debió volverse más loca en algunos momentos. Y se moderan en exceso.
Pero
agradezco, al mismo tiempo, su sutilidad. Esa serie ficticia tiene tanta
importancia como la vida de los personajes. Tel
Aviv en llamas es una alegoría suave de la situación entre Israel y
Palestina. Sin violencias, sin odios, pero capaz de perfilar las dificultades,
los problemas, las imposibilidades de las relaciones entre ambos. Y eso que los
personajes reales, palestinos y judíos, se llevan bien a su manera, tienen buen
rollo entre ellos. Pero no es suficiente. Hay un instinto atávico que obliga a
dejar las cosas como están, a que todo siga igual.
Comedia
suave, amable, bienintencionada y con un final muy satisfactorio.
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