-Estamos
solas. No importa lo que te digan. Siempre estamos solas.
Gran
parte del cine consiste en atrapar momentos para conservarlos en el tiempo.
Pocas veces se consigue. Cuarón lo logra. El México de su infancia es su
México para siempre y es la memoria de todos.
Una
película en la que puedes respirar, fijar los ojos en el plano, contemplar. La
vida simple, la calma… Hasta que llega el drama, ineludible. Para la señora de
la casa y para la criada. A cada una de forma diferente pero de modo similar.
El elemento común son los hombres que evaden su responsabilidad. Y entre esas
dos mujeres, tan diametralmente opuestas, se establece un vínculo mudo, apenas
verbalizado por el abismo de la diferencia social, pero real.
Hay
dos secuencias de una potencia enorme. La escena que transcurre desde la
manifestación hasta el parto es magistral. Abuela y criada son espectadoras de
una tragedia y se convierten, a su pesar, en protagonistas. De lo general a lo
particular. El conflicto genérico se hace personal. Con consecuencias trágicas.
Y la secuencia de la playa, concatenada con la primera gracias a esa confesión
a bocajarro, esa explosión conmocionada. Esas dos escenas te muestran lo que es
el Cine, el poder de la imagen para transmitir ideas y sentimientos.
No
sé si es una obra maestra pero aquellos que acusan a Netflix porque no tiene
grandes películas pueden ponerse a buscar otra cosa. Ninguna productora hizo
nada mejor este año. Es lo mejor de 2018 sin duda alguna.
Por
cierto. A ver si aprende Arde Madrid
cómo se utiliza el blanco y negro. No es meramente una rareza curiosa. Es
estética fotográfica, percepción del encuadre, sentido entre forma y fondo.
Saber por dónde te da la luz.
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