15/12/18

Roma

-Estamos solas. No importa lo que te digan. Siempre estamos solas.
Gran parte del cine consiste en atrapar momentos para conservarlos en el tiempo. Pocas veces se consigue. Cuarón lo logra. El México de su infancia es su México para siempre y es la memoria de todos.
Una película en la que puedes respirar, fijar los ojos en el plano, contemplar. La vida simple, la calma… Hasta que llega el drama, ineludible. Para la señora de la casa y para la criada. A cada una de forma diferente pero de modo similar. El elemento común son los hombres que evaden su responsabilidad. Y entre esas dos mujeres, tan diametralmente opuestas, se establece un vínculo mudo, apenas verbalizado por el abismo de la diferencia social, pero real.
Hay dos secuencias de una potencia enorme. La escena que transcurre desde la manifestación hasta el parto es magistral. Abuela y criada son espectadoras de una tragedia y se convierten, a su pesar, en protagonistas. De lo general a lo particular. El conflicto genérico se hace personal. Con consecuencias trágicas. Y la secuencia de la playa, concatenada con la primera gracias a esa confesión a bocajarro, esa explosión conmocionada. Esas dos escenas te muestran lo que es el Cine, el poder de la imagen para transmitir ideas y sentimientos.
No sé si es una obra maestra pero aquellos que acusan a Netflix porque no tiene grandes películas pueden ponerse a buscar otra cosa. Ninguna productora hizo nada mejor este año. Es lo mejor de 2018 sin duda alguna.
Por cierto. A ver si aprende Arde Madrid cómo se utiliza el blanco y negro. No es meramente una rareza curiosa. Es estética fotográfica, percepción del encuadre, sentido entre forma y fondo. Saber por dónde te da la luz.

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