
François Truffaut
dirigió esta película, como casi siempre, con muy buenas ideas y una
despreocupación técnica casi alarmante. Siempre me ha llamado eso la atención
en él. Para ser un admirador de Hitchcock (y esta película tiene mucho
de él) actuaba al revés.
Hitchcock tenía la película en
la mente y sabía cómo quería cada plano. El storyboard completo en la
cabeza. Las interpretaciones le importaban un bledo. Truffaut se
interesa más en la dirección de actores mientras que la composición de planos
le trae al fresco.
Es una delicia ver esa lista de nombres que
deben ser eliminados, ese interrogante sobre uno de los nombres que favorece un
final genial y, por supuesto, la boda.
Abrimos y cerramos con la Marcha Nupcial.
Sólo que aquí asume aires épicos de venganza.
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