
Un asesino (Bill Nighy) contratado para matar a una ladrona, una ladrona (Emily Blunt) contratada para robar un cuadro y un lavacoches (Rupert Grint) que aparece por ahí. Las cosas se complican y el amor también.
Previsible, pero con ese humor inglés tan aparentemente soso y flemático que funciona por antítesis. Tiene sus buenos momentos en los líos y es algo más torpe en el desarrollo de las relaciones, más que nada por ser un cliché.
Además andan por ahí Ruper Everett, Eileen Atkins y Martin Freeman. No es una película en la que los actores puedan lucirse (está concebida de un modo deliberadamente frío, inglés, flemático) pero es un buen reparto y se deja querer.
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