Valentina
envía a sus chicos malos a un lugar para que destruyan pruebas que
la podrían incriminar. Y, de paso, si sus chicos malos mueren,
mejor.
Cuando
decían que Thunderbolts*
podía ser la película que salvara el Universo Marvel yo lo creía.
Quiero decir que le veía posibilidades. Si había una película que
podía hacerlo era ésta. ¿La fórmula? Aprovechar a los héroes
segundones para hacer algo más alternativo, más de autor, más
indie.
Pues
no va a ser la película que salve a Marvel. Tiene sus cosillas que
se escapan (un poquito) de los esquemas habituales pero acaba por ser
más de lo mismo.
Me
gustó la fuga inicial. Que se lleva un montón de metraje. Pero
aprovecha esa evasión para presentar y caracterizar a los
personajes. Entre guantazo y guantazo vamos descubriendo quién es
cada uno de ellos.
Luego
es pura mecánica, incongruencias
de bulto, guion caprichoso y
sigue estando tan mal fotografiado como de costumbre, particularmente
en algunas
secuencias de acción.
Es
perder una oportunidad de oro. Porque el tema es la depresión, la
nada. Ese el enemigo a batir: El Vacío. Jugar entre la interioridad
y la encarnación de la idea de la vaciedad. Pudo ser genial. Hay
algún atisbo por aquí y por allá (incluso con Valentina) pero se
queda en la epidermis.
Peor:
se queda en otro multiverso.
Y
ya está bien.
La
resolución me dejó perplejo. El argumento entero se desarrolla en
la media hora final. Aparece ahí el súpervillano y llega un momento
en que dicen: hala, cortamos aquí. De verdad: sobran los primeros 90
minutos.
Hay
dos escenas postcréditos, anunciando nuevas pelis, pero creo que les
haré el vacío.
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