Tres
amigos quedan un finde para cazar. Uno de ellos se ha llevado a su amante.
Otro, aburrido, decide violar a la chica. Ella piensa denunciar. La matan
tirándola por un acantilado. Pero resulta que no está muerta del todo.
Y
la chica, rubia tontita de manual hasta entonces, se levanta siendo más lista
que el hambre y convertida en una auténtica Rambo. Bueno: ya le gustaría a
Rambo.
Otra
directora que vio a Tarantino y no supo asimilarlo ni entenderlo. Ni
escribir agudos diálogos. Ni estilizar la violencia. Ni convertir el gore en
secundario. El ritmo no está muy calculado. El deambular de los colegas, sus
disputas sobre lo que se debe hacer, el ir y venir, cansa. Que la venganza propiamente
dicha empiece a la hora y pico no ayuda a mantener la tensión que una historia
así exige.
Creo
que a veces busca el humor, como ese montaje en paralelo entre el tío apuñalado
en la cara y el otro que escucha música. O el cadáver en el río. O el sueño de
peyote. Pero en realidad resulta bastante patético y forzado.
Y
que el actor principal, durante la pelea final de 15 minutos, vaya en pelotas
sin venir a cuento, es de traca.
Tiene
una fotografía esmeradilla porque han buscado buenos escenarios pero poco más.
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