Y me gustaron algunos temas que toca. La realidad: fundamentalmente racional pero con momentos irracionales. La paternidad: un anhelo, una angustia, salvación y perdición. La verdad: objetivo, meta y libertad. El perdón: por supuesto. Y, desde luego, la búsqueda. Lo importante es la búsqueda. Aunque a veces buscamos para otro.
El problema es que Daldry se empeña en meternos esas buenas ideas dentro de un pastel de miel, sacarina, azúcar, glucosa y otros edulcorantes. Y, cuando ya estás empachado de sentimentalismo y lágrimas, te ofrece otra buena idea, la coges para ver si esta vez puedes sacar algún partido y resulta que no: más pastel.
Tom Hanks y Sandra Bullock, en dos papeles muy distintos a los habituales, se muestran discretos, queriendo pasar desapercibidos. Y están Max von Sydow, John Goodman, Viola Davis...
Y, para mi gusto, hay demasiada voz en off. Curiosamente, la mayoría de las críticas, lo que salvan de la película es la interpretación del niño. A mí me resultó un tanto cargante porque sé que no interpreta: es así en la vida real, un pitagorín relamido.
2 comentarios:
Pues mira, esta película es de esas que tenía ganas de ver para reafirmarme en mi odio al director, pero creo que lo dejaré correr. Me parece un ejercicio en el fondo muy poco sano. Me quedo con la crítica del suplemento cultural de El Mundo. Tronchante.
Pues si quieres afirmarte en tu odio al director es una ocasión excelente. No deberías dejarla pasar.
He leído la crítica. Muy acertada, sí.
Ya digo que todos tienen razón. Yo sólo pretendo señalar algunas cosas positivas: la prueba de que, en manos de otro director, habría funcionado razonablemente bien.
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