Rosebud no explicaba al Ciudadano.
Sigue siendo solamente un Individuo.
Eso es lo bueno: es inagotable.
Como ocurre con todo el buen cine.
Como ocurre con la vida.
Crítica y opinión de cine y series.
Decirle
a Andrea Arnold que dirija Cumbres
borrascosas es como decirle a Michael
Bay que dirija Fresas salvajes, como decirle a Ingmar Bergman que dirija Transformers.
¿No
había nadie con dos dedos de frente que supiese por anticipado que esto iba a
ser un siniestro total? ¿No podían preguntar a un amigo o a un conocido que
hubiese leído el libro? Ahí
está esa señora a la que le encanta el realismo sucio, tanto como comer con los
dedos, dirigiendo una de las novelas más románticas (románticas duras: de
amores imposibles y tragedias) que uno se puede echar a la cara. En
serio: estaba viendo la peli y me costaba encontrar la novela. Vale:
dos medios distintos. Olvidémonos de que está basada en un libro, imaginémonos
que es una peli con guión nuevo. Pues oye, sigue siendo infumable. No tiene el
menor sentido rodar esta historia del modo en que Arnold lo hace. Cámara en mano, suciedad, formato de pantalla,
fotografía, montaje... Un desastre lo mires como lo mires. La
directora no cuenta Cumbres borrascosas, ni una adaptación, ni una versión nueva.
Un artista cuenta, de un modo nuevo, su percepción de la realidad. Ella lo hace
al revés, hace lo que nadie debería hacer: cuenta cómo cree que el mundo
percibe su interioridad. Y está claro que algo no funciona bien en la cabeza de
Andrea. Pero, en fin, si el
psiquiatra consideró que estaba capacitada...
Katherine Heigl me cae bien desde
que circulaba por Roswell. Pero hace unas películas tan malas... Creo que la
última buena que hizo fue... Bueno, Roswell. Y, sí. Omito
deliberadamente Anatomía de Grey.
Recién
divorciada, recién despedida del trabajo, sin coche (confiscado), sin marido,
sin dinero. Tiene un hámster. Y un primo que se llama Vinnie y que se dedica a
perseguir a quienes huyen sin pagar la fianza. Joseph
es un poli en busca y captura, acusado de asesinato y, mira por dónde, el tipo
que rompió el corazón a nuestra chica. Así que ella acepta perseguirle. Son
50.000 dólares. Y es capaz de abrirse paso en el sórdido mundo de los
pandilleros a golpe de pura insensatez. Cabecita loca. Comedia
(es un decir) con trama policiaca, asesinatos y un romance que, de puro
elemental y previsible, casi se queda en nada. Generalmente
no soy partidario de la ingesta de palomitas en las salas de cine. Pero
reconozco que, en determinadas situaciones, puede ser el único modo de hacer
frente a lo que aparece en la pantalla.
Otra
de esas miniseries británicas (6 capítulos) que es una joyita.
Harvey
Wratten, rey de la droga, es indultado por la Reina. Toda la mafia se
revoluciona porque cree que han sido vendidos. Pero esa misma noche Wratten
muere y la locura se desata: mafias, policías corruptos, periodistas,
traficantes, mediadores... Nadie
sabe lo que pasa. Seca,
afilada, cruda, atrevida y despiadada. No es frecuente ver cómo matan a un bebé
de un tiro en la nuca, cómo los inocentes caen como moscas. No hay piedad en
esta serie de personajes solidísimos. Si te encariñas con alguno es fácil que
tenga los minutos contados. Me
encanta la pequeña historia en Irlanda, la fotografía de ese pueblo, sus casas,
el anochecer. De
fondo, un tema que cada vez aparece más. Las mafias son el menor de nuestros
problemas. Es del gobierno de quien deberíamos preocuparnos. Una
pregunta interesante: cómo se están financiando las pensiones en un sistema que
no puede sostenerlo. En realidad, vete tú a saber cómo se está financiando
cualquier cosa.
Un
poli, condenado a 25 años de cárcel, se fuga aprovechando el funeral de su
padre. Va a un hotel, busca un piso alto, sale a la cornisa y amenaza con
tirarse. Quiere ver a una inspectora en particular.
Y
el circo mediático se organiza. La
peli es un cóctel reciclado de muchas otras cosas: Héroe por accidente, La
jungla de cristal, pelis de atracos... Pero funciona muy bien. Es
entretenida y resultona. Tiene acción y humor. El guión es bastante coherente
casi siempre. Le sobran algunos giros y le quedan algunos flecos. Pero se le
perdona en beneficio del más difícil todavía. Me
gusta la parejita de Jamie Bell y Génesis Rodríguez, hermano y futura
cuñada del poli, metidos a atracadores. Como son nuevos en lo de robar son un
tanto patosillos y aportan las dosis de humor. Vale
para pasar un rato despreocupado.
-Blancanieves,
serás zorrona... ¿Qué hacías con mi príncipe?
Primera
Blancanieves
cinematográfica del año, adaptada con frescura, desenfado y ligereza. La
cosa es que tiene momentos ridículos (deshechizar al príncipe a base de
bofetones), buenos (una Julia Roberts
en el papel de mala que ha captado bien el tono de comedieta) y muy buenos (el
duelo a espada entre Blancanieves y el príncipe). También hay momentos muy
tontos (el baile Bollywood del final) e inteligentes: -Esta
vez la princesa salvará al príncipe. -No.
Está en los cuentos, se ha discutido y funciona. No intentes cambiarlo. Tarsem dirige con su
habitual barroquismo visual, un despliegue ornamental de decorados y vestuario
sorprendente. Fácilmente
digerible, sin mucha sustancia. Según
algunas, Armie Hammer está bueno.
Pedir referencias a las adolescentes de la fila de atrás.
Realismo
social inglés a lo bruto. Potente,
desgarrada, furiosa, visceral, violenta, eléctrica. Escenas
como mazazos. Ves a Peter Mullan
saliendo del bar, hirviendo de odio, y te imaginas por dónde van a ir los
tiros. Pero qué va. Nada te prepara para la sacudida demoledora que te ha preparado
Paddy
Considine. Joseph,
violento y traumatizado, conoce a Hannah, una piadosa mujer cristiana (espléndida Olivia Colman). Él piensa que ella vive
en un mundo de fantasía y que es una ingenua. Y,
entonces, la conoce un poco más y es como destapar una colección de horrores.
La vida de ella, sometida a humillaciones terribles, va a provocar cambios en
ambos. Como
es realismo social inglés, los secundarios son tipos de una autenticidad y
originalidad sorprendente. Tipo curioso el celta mafiosillo preocupado por una
doncella (sic). Hay
que tener estómago. Pero si te atreves con pelis fuertes aquí tienes una buena. Llévate algún analgésico porque duele.
Si
vuelvo a oír a hablar de found footage,
torturo a alguien o me lío a tortas o dejo de lavarme los dientes durante unos
días. Para empezar se podría traducir a un castellano normal y corriente.
Imágenes encontradas, material hallado, peli vacilona... Cualquier cosa le va
bien.
Si
lo dices en inglés queda más así, como si fueses a la ópera o a una recepción
de tiros largos. Pero no: simplemente vas a ver The River. Yo lo vi
porque sólo eran 8 capítulos. Pero sólo 8 son demasiados. Me arrepiento. Aunque
la Boiúna tiene muchas cosas inexplicables, la serie tiene aún más. Y no es por
la magia. Es, simplemente, porque está muy mal hecha. Qué
cutre, qué actuaciones de medio pelo, qué forma de forzar las cosas. Lo
peor es que nos presentan a toda esa gente adentrándose en un lugar ignoto, un
río inexplorado, misterio, seres extraños, lugares sobrecogedores. Perdidos,
lejos de todo, en un barco pionero que se adentra en el piélago de lo
desconocido... Y resulta que al final hay una industria farmacéutica a la que
se puede llegar en coche. De
coña. Y
los muy tontos, ¡vuelven por el camino difícil! Pues muy bien, que se pierdan.
Ahí se quedan. Quizá el final sí que es el más apropiado de todos.
Hay
una variación para que la película parezca verosímil a los americanos. Ellos no
entienden que una persona pierda el trabajo y se vea en apuros económicos que
le lleven a delinquir. Para ellos, si pierdes un trabajo, buscas otro. Y ya
está. Eso es la razón que dio Mark
Wahlberg para hacer un pequeño cambio en la historia. Dirige
el mismo director: BaltasarKormákur. Y como le han dado más pasta,
la cosa está más pulida, más refinada, mejor montada y subsana algunos defectos
narrativos. Pero la trama y situaciones son idénticas. Otro
ejemplo de ahorro de costes a la americana: mejor hacer la película entera que
doblarla. Así sacan beneficios.
Pongo
temporada 2 pero eso no es correcto
del todo. Dejé de verla en el capítulo 3, cansado de tanta cháchara
insustancial, de personajes que no evolucionaban. Y convencido, también, de que
me bastaría con ver el capítulo final para entender toda la temporada sin
perderme nada sustancial.
Y
así ha sido. Me senté a ver el capítulo final con los otros fans que sí la
habían seguido. La horda de zombis asalta la granja y ellos se mordían las uñas
hasta los nudillos. A mí no me acabó de convencer del todo. Ni siquiera el
marco geográfico estaba logrado. Granero, casa, coches, fuga, no son
verosímiles. No tiene sentido que Carl y Rick no pueden llegar a la casa pero
sí al granero (que está más lejos), que Lori no vea lo que pasa en el granero,
que la furgoneta sí lo vea... No es por ser tiquismiquis pero, para ser la
supuesta escena de apoteosis, se la podían haber currado un poco más. Me
parece increíble que, una serie que comenzó como comenzó, haciéndome creer
aquel maravilloso episodio piloto, me deje ahora tan frío. No hay personajes
interesantes: ni los malos ni los buenos. De hecho no sufrimos ni padecemos
cuando uno muere a manos de un zombi o un humano. Nos alegramos. Y,
entonces, aparece una tipa con capucha y con dos zombis atados. Y los colegas
con los que veo la serie me pegan el único susto de toda la temporada. Empiezan
a gritar, saltan, bailan, se abrazan emocionados: ¡Michonne! ¡Es Michonne! ¡Es
Michonne, tío! Yo
no sé quién es Michonne porque no he leído los cómics, pero bastó eso para que
los seguidores ya estuvieran satisfechos, listos para ser zombificados otra
temporada. También
sabemos que en vez de cháchara en una granja, será cháchara en una prisión. Temporada
1: The
Walking Dead. Temporada 2: The
Talking Farm. Temporada 3: The
Talking Prison with Michonne.
Kevin
es un adolescente psicópata. Cuando era crío ya daba muestras de ser un
capullo. Poco a poco, lógicamente, fue a peor. Tilda Swinton, que es su madre, le da vueltas a la cabeza
torturándose, tratando de averiguar qué hizo mal.
Otra
película a la que no le habría venido mal una duración de 20 minutos. Meparece una irresponsabilidad enorme que le
den a un tío (a una tía en este caso) presupuesto para un largo cuando el guión sólo da para un corto.
¿Es que no se dan cuenta de lo muchísimo que la gente va a aburrirse viendo
algo así? La
directora cree que está contando algo profundísimo sobre la violencia y lo mala
que es. Que Eva esté hecha polvo lo entendemos: su hijo es un criminal. ¿Por
qué el resto del mundo, compañeros de trabajo, transeúntes, los que pasan por
la calle, todo, todo el mundo, está amuermado? En
fin, una de esas pelis pretenciosas que no va a ningún lado. Creo
que ya hemos hablado bastante de Kevin.
Esperaba
un pastelón de los grandes, así que logró sorprenderme algo.
Esa
mirada sobre Manhattan y el 11-S tienen un innegable toque sentimental. La crítica la ha masacrado por ello. Y también el público. Esta vez coinciden. He leído críticas sangrientas, viscerales, brutas... divertidas. Sería como para demandarles de no ser porque tienen razón. Pero creo que se han excedido porque la peli tiene algunas cosas interesantes. Y ya sabes lo mucho que detesto las pelis sentimentales. Me gustó ese halo de extrañeza e irrealidad que envuelve todo. Y me gustaron algunos temas que toca. La
realidad: fundamentalmente racional pero con momentos irracionales. La paternidad: un anhelo, una angustia, salvación y perdición.
La verdad: objetivo, meta y libertad. El perdón: por supuesto. Y, desde luego,
la búsqueda. Lo importante es la búsqueda. Aunque a veces buscamos para otro. El problema es que Daldry se empeña en meternos esas buenas ideas dentro de un pastel de miel, sacarina, azúcar, glucosa y otros edulcorantes. Y, cuando ya estás empachado de sentimentalismo y lágrimas, te ofrece otra buena idea, la coges para ver si esta vez puedes sacar algún partido y resulta que no: más pastel. Tom Hanks y Sandra Bullock, en dos papeles muy
distintos a los habituales, se muestran discretos, queriendo pasar
desapercibidos. Y están Max von Sydow, John Goodman,
Viola Davis... Y, para mi gusto, hay
demasiada voz en off. Curiosamente, la mayoría de las críticas, lo que salvan de la película es la interpretación del niño. A mí me resultó un tanto cargante porque sé que no interpreta: es así en la vida real, un pitagorín relamido.
Así
es como tradujeron Defiying Gravity y es otra de esas series de ciencia ficción
que se acaban en la primera temporada y que a mí no me habría importado que
durase más.
Ya
sabes que la cosa romántica y yo no acabamos de casar muy bien. Por eso, todas
esas tramas de amoríos en flashback
de 5 años antes, me parecen superfluas. Pero hay subtramas fuertes y
sugerentes: la chica que aborta para poder ser astronauta y luego oye un llanto
de bebé en la nave, el que ordena bombardear un colegio y después tiene
alucinaciones de una niña aplastada por cascotes, el abandono de dos colegas en
Marte que se aparecen... Los personajes no son clichés. A mí me parecían mucho
más originales que los de Battlestar Galactica, más humanos,
menos excéntricos. 8
astronautas embarcados durante 6 años. Preparados para cumplir una misión. Que
resulta ser otra porque llevan de polizón a Beta, un ser inteligente, orgánico,
fractal, de materiales desconocidos. El
día a día en la nave no me resultaba aburrido. Había tensión en su interacción.
Y un último capítulo muy logrado, ese paseo de 230 metros que, en la superficie
de Venus, se convertía en algo abrasador, agónico y descomunal en busca de
redención.
La
película oscila entre la sonrisa, la risa, la carcajada y el descacharre total.
Muy
graciosa. El culto multimillonario tetrapléjico y el inmigrante delincuente
cachondo. Una combinación imposible dentro de situaciones imposibles. Están
muy bien dibujados los dos. No tanto los personajes de su entorno: enfermera,
secretaria, parientes de uno y otro... Los secundarios quedan en la penumbra. Y
podían haberse desarrollado mucho más. Philippe, el auténtico Philippe, cuando le dijeron que querían
hacer una película sobre él, aceptó con una condición: no debía ser un drama,
tenía que ser una comedia. Pues
comedia va. Desengrasante y loca. Y
sí. El interior de las personas siempre es mucho más rico, polifacético,
versátil, sutil y apasionante. Eso han sabido mostrarlo.
Hace
unos días me llegó al correo electrónico, por parte de TNT, el anuncio de algo
insólito: primer campeonato universitario en Madrid de
piedra-papel-tijera-lagarto-Spock.
Si
has visto The Big Bang Theory sabrás a qué me refiero. El
reglamento es fácil de encontrar y la distribuidora enviaba un dibujo acerca de
las combinaciones y quién derrota a quién. No me molesté en aprenderlo. Por el shock. Anteayer,
sorpresa, sorpresa, mientras esperaba a la proyección de John Carter tenía, al
otro lado del pasillo, a dos tipos jugando a dicho juego. Empiezo a sospechar
que me estoy perdiendo algo. Me
vinieron a la cabeza muchas ideas acerca de la globalización. Sobre cómo un
juego absurdo, promocionado por un personaje ficticio, uno de los mayores friquis de
todos los tiempos, es capaz de extenderse de tal manera. Por cierto: Sheldon
Cooper, el promotor del juego, siempre pierde porque siempre saca Spock. Y
también pensé que ésa era la clase de gente que disfruta de películas así. No
sé qué dice eso de mí.
No
me gustan muchas de las críticas que, alegremente, se han escrito contra esta
película. Podrían criticarla por muchos aspectos. Pero la critican por los
aspectos equivocados con extraordinaria frivolidad.
No
está bien ir a verla con la intención de ponerla de vuelta y media con la
excusa de que no es Ordet, Dogville o Stalker. Algunos
listillos han consultado wikipedia y han descubierto que se basa en Una
princesa de Marte y otrasnovelas de Edgar Rice Burroughs.
Lo que no han hecho ha sido leérsela y, mucho menos, llegar al fondo de esa
literatura pulp. Pulp, sí. Por los
cuatro costados. Literatura basura, literatura kleenex, literatura de usar y
tirar. Pero, como suele ocurrir en estos casos, frente a los centenares de
personas que escribían literatura pulp,
Burroughs destacaba porque tenía
algo: poder de sugestión. Por
eso inspiró Star Wars, Star Trek, Battlestar Galactica, Avatar
y tantas otras. Por eso está llena de clichés. Porque Burroughs los inventó. No
puedo decir que sea buena. Pero me ha dado justo lo que esperaba: una espectacular
adaptación de la novela pulp. Lamento
que esos críticos no pasaran un tiempo de su adolescencia entre princesas
marcianas, extraterrestres verdes y desiertos infinitos. Lamento que ni
siquiera puedan entenderlo. Yo
disfruté entonces. Ayer he vuelto a revivirlo. No puedo decir que sea buena
pero me lo pase genial. Dos horas de apasionante encefalograma plano.
El
reverso tenebroso de la política. Bueno. Quizá no tiene otro lado.
Empecemos
por George Clooney director. Me
gusta cómo dirige. Ésta y las anteriores. Pero le falta fuerza, verdadero
drama. Los personajes están bien dibujados y, sin embargo, son fríos,
distantes. Todos parecen vivir en un mundo ajeno donde la verdadera intimidad
resulta inaccesible. Así que no llega a entusiasmarme. La
película en sí, dejando este defecto aparte, tiene el problema de cualquier
producción semejante: El Ala Oeste de la Casa Blanca ya ha
sido hecha. Es un durísimo competidor a batir. Si uno ha visto la serie por
antonomasia, lo demás se queda pequeño. Es verdad que El Ala Oeste era
idealista y casi todo lo demás que se hace sobre política tiene una visión
negativa. Pero aún así parece todo dicho. Bien.
Los
idus de marzo. Todos los políticos te van a defraudar. Lógico. Hay
sordidez, dureza, falta de escrúpulos. Es el camino fácil de los mediocres.
Claro que, contar con un reparto tan descomunal, es una garantía.
Yo
tengo mucho respeto a los friquis. Te puedes burlar de ellos, flipar cuando
hacen un chiste privado, poner los ojos como platos cuando encuentran una
relación imposible con su afición.
Pero
son catedráticos, eruditos de su especialidad, genios de un campo concreto que
parece inaccesible al resto de los mortales. Javi lo ha visto todo sobre vampiros. Todo. Él te dirá que no, pero
no hagas caso: todo. Estábamos seis en la cena y yo hablaba de Napola
y La
Ola. Él como si oyera llover. Pero entonces pronuncié el nombre del
director. Dennis Gansel. Y dijo: -Ah,
ya sé. Ha hecho una de vampiros que se titula Somos la noche. Y
es así como te encuentras, a veces, con curiosidades raras, variaciones interesantes.
Tres vampiresas se han merendado un avión pero lo que buscan es incorporar a
una cuarta a sus habitaciones privadas. Resulta ser una ladrona de la calle con
un amigo policía. La
noche. El precio que hay que pagar por la inmortalidad. El sol, la pérdida de
los seres que quieres, el amor. Soledad por encima de todo. ¿Quién quiere la
inmortalidad? Ni
tan original ni tan lograda como Déjame entrar, pero otra perspectiva
curiosa sobre los vampiros llegada desde el realismo alemán.
Es
una pequeña tontería pero con algunas escenas, como la de apertura, ese impactante
y precioso baile funerario, que merecen verse.
Un
pueblo donde cristianos y musulmanes viven en paz. Pero los rumores de guerra
se extienden por el país y el sector masculino va perdiendo los estribos. Las
mujeres, en solidaridad femenina, deciden hacer cualquier cosa para que no
corra la sangre. Fingir
milagros, contratar un espectáculo frívolo de chicas sexys, drogarles... Si Berlanga hubiese sido libanés habría
rodado esta peli en lugar de Bienvenido, Mr. Marshall. Véase la
relación entre el sacerdote y el imán, por ejemplo. O la figura del alcalde. Nadine Labaki combina bien la comedia
con algún momento dramático fuerte. A veces se le va la pinza y el resultado es
bastante liviano, pero tiene su gracia. -Una
historia de gente que ayuna, de gente que reza. Una historia de mujeres
vestidas de negro cuyos ojos están maquillados con ceniza.
Soderbergh ha inventado un
nuevo género: la peli de acción con final abierto. O te dejo colgado en el
momento de máxima tensión. O ahora que empieza lo bueno me cansé de filmar. O,
algún día, ya si eso, a lo mejor ruedo lo que falta.
En
el cine, la mayor parte del público, no pilló la broma. Es
un vacilón y eso lo sabíamos todos. La mayoría de los críticos aún no se han
enterado, sin embargo, de que lo suyo son los ejercicios de estilo. Aún esperan
que tenga contenido. ¿Cuándo ha dado a entender Soderbergh que vaya a hacer una peli con contenido? Pues eso. Una
vacilada. Supongo
que ahora estará oculto, con doble identidad, en un piso franco, con Gina Carano de guardaespaldas, huyendo
de espectadores que no entendieron la gracia. Gina Carano. Que no es actriz.
Lo suyo son las artes marciales. Y eso se nota. Caray con la chavala, cómo
reparte leña. La
verdad. Me habría gustado ver cómo le parte la cara a Antonio Banderas. Algún día, ya si eso.
En
la película las luces rojas son las maniobras de distracción de un mago o de un
espiritista. Yo habría añadido la de un semáforo o un stop. Algo que parara a Rodrigo Cortés.
Porque,
aunque la trama no está mal y las imágenes tienen fuerza, el final resulta muy
endeble. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Me
gusta esa mezcla de equipo técnico español con equipo artístico americano.
Sobre todo porque Sigourney Weaver y
Robert de Niro salen con la cara
renovada, en papeles que no son lo de siempre. Una
decepción porque sigo considerando que Concursante y Buried eran mejores. Pero
me alegro porque Rodrigo Cortés se
sigue abriendo paso de modo seguro. Simplemente es una pena que, una película
tan sugerente en su desarrollo, no sepa terminar la faena.
Qué
largo se hace un fin de semana sin Fringe, ¿verdad?
Aquellos
que en el fútbol sólo vemos a 22 tíos dando patadas a un balón, tenemos Fringe.
Fringe
para ver, para repasar, para empollar, para comentar, para poner en común, para
elaborar teorías conspiratorias, comernos las neuronas con Septiembre, con la
otra Nina. Así
que, cuando te anuncian cuatro fines de semana sin Fringe, ¿qué haces? Pruebas
a hacer de nuevo un Yoda en papiroflexia, juegas unas partidas de Carcassonne con los colegas, riegas las
cosas con un buen vodka y lanzas bolas de papel a vasos de papel. Pero
no es lo mismo, oye. Ahora
tengo que atender la llamada de un amigo desesperado porque no hay Fringe.
Si no consigo animarle, se pondrá a ver Crónicas vampíricas. Así de chunga es la vida.
No
pensé que fuera posible aburrirse tanto en una película que dura sólo 75
minutos reales. Menos aún si se tiene en cuenta que es, supuestamente, de
acción y superhéroes.
El
falso documental está matando al cine. Y a las series. Ya lo dije con The
River. Lo repito con Chronicle. El objetivo es ser
realista. Una cámara documental, que siempre estáahí para filmar lo que hay que filmar,
siempre ahí para dar continuidad al relato, siempre ahí para mostrar lo que no
sería posible que filmase, consigue el efecto contrario: la inverosimilitud
extrema. Además,
los directores que escogen este formato, no me preguntes el porqué, se piensan
que deben llenar las escenas con conversaciones solapadas, gente gritando,
barullo, ruido de fondo. ¿Qué pasa? ¿Es que no hay silencio en el mundo real?
Y, diantres, ¿por qué gritan tanto? Me
gustaron las alusiones a Schopenhauer,
Jung y Platón porque dan idea del modo de pensar de los protagonistas y de
lo que va a pasar. Pero son excepciones en una peli caótica hasta el tedio. La
pregunta profunda: ¿Qué pensaba Jung
de los bastones luminosos?