Rosebud no explicaba al Ciudadano.
Sigue siendo solamente un Individuo.
Eso es lo bueno: es inagotable.
Como ocurre con todo el buen cine.
Como ocurre con la vida.
Crítica y opinión de cine y series.
Todo
el mundo sabe que el ser más peligroso de la naturaleza es una madre.
Y
si esa madre es una vampiresa ni te cuento. Selene
despierta de una hibernación de 12 años y descubre que tiene una hija con la
que están experimentando. Así que ya te puedes imaginar cómo se pone. Underworld 4 recupera el tono de Underworld: balas,
nitrato de plata, granadas, explosiones, acción, sangre y buenos efectos
especiales, no como Underworld: Evolution o Underworld: La rebelión de los licántropos,
de las que los propios guionistas aún tratan de averiguar de qué iban. No
es que sea una buena película de acción, pero sí es una larga escena de acción.
85 minutos, ni un respiro, cuatro escenarios y a correr. Me
encanta cómo Selene se las ingenia para derrotar al licántropo gigante. ¡Pum!
Genial.
Nicole y Nicolas. Kidman y Cage.
Embarcados juntos en esta película con fuerte tufo de serie B sólo que con
presupuesto.
No
es la primera vez que veo una película en la que no me importaría lo más mínimo
que se cargaran a los buenos. Pero es que aquí los malos son tan ineptos que
el único interés de la película reside en averiguar qué grupo es más idiota:
los dueños de la casa (tres espantosos clichés) o los asaltantes (cuatro
ejemplares de tarados mentales). Y,
como si se tratara de un film en el que se van dando vueltas las tornas, una y
otra vez, todos hacen méritos alternativamente para ganar el premio a la
estulticia. Otro
concurso que se podría hacer consiste en ver cuántas veces grita Nicole Kidman "no". Porque
hace poco más que eso. Cuando
en una escena de supuesta máxima tensión, te estás riendo por lo ridículo del
contexto, es que fallan muchas cosas. Para
cosas como éstas era para lo que estaba megaupload.
Después
de ver Serenity, supe que debía ver Firefly. Y ya ha llovido.
Hacer
afirmaciones dogmáticas no está bien visto. La gente sobrevalora mucho lo de
ser intelectualmente independiente. Aunque, curiosamente, quienes no aceptan los
dogmas suelen ser las personas más manipuladas. Mucho amante de la
ciencia-ficción me había afirmado dogmáticamente que Firefly era la mejor
serie del género que se había hecho. No
me atrevería a decir tanto. Pero es posible. Agotada
y no renovada a los 15 capítulos, idolatrada por sus fans, la he visto como he
podido: con mala calidad, malos doblajes, malos subtítulos. Y eso que la tenía
descargada antes de que cerraran megaupload, antes de que internet,
definitivamente, dejara de ser libre. Antes de que Estados Unidos diera otra
paso para convertirse en China. Ahora será muy difícil encontrar esta serie,
supongo. Como
sea, es cierto que este western
espacial tiene mucha miga. La
relación entre western y espacio no
es nueva. En el fondo se trata de lo mismo: el espíritu de frontera. Gente que
prefiere lo desconocido, la aventura y, sobre todo, la libertad. Estado contra
individuo. Seguridad contra libertad. El
capitán, antiguo combatiente del bando perdedor; la teniente, colega de la
guerra; el piloto, marido de ella; la mecánico, siempre optimista; el
mercenario bruto; el doctor perseguido por el gobierno; la hermana del doctor,
un prodigio con quien el gobierno quiere experimentar; un predicador; una
prostituta, perdón, una acompañante. Estos
son los nueve ocupantes de la Serenity,
nave de carga modelo Firefly. De
carga habitualmente ilegal. Honrados ladrones, ocasionales justicieros. Gente
que quiere respirar en paz el amplio vacío entre las estrellas. Ahora
sé que tengo que volver a verla con buena calidad. No sé cuándo ni cómo. Pero
el espacio es grande y muchas las ocasiones de aventura.
Cuando
las fuerzas del orden público americanas se preparan para asaltar una casa,
siempre tienen el detalle de no cubrir la puerta trasera para dar un poco de
ventaja. Nunca he acabado de entender por qué la puerta trasera es menos
importante que la de delantera. O por qué no vigilan las dos con igual
intensidad. Al fin y al cabo es por la que huye el perseguido. Lo mismo sirve
si son los malos los que asaltan la casa del bueno. Supongo que, a países
diferentes, costumbres diferentes.
Abduction está plagada de estupideces como ésta. No
sé. Supongo que tendré que comprarme el DVD para buscar en los extras, con la
esperanza de que alguien me explique lo de la chica atada y amordazada que, de
pronto, aparece tan campante. La
trama, ya de por sí, es inconcebible. Hijo de espía dado en adopción a otros
espías, presentado como desaparecido, porque tal vez 17 años después pase algo. Siempre
pensé que Lance Reddick era el actor
más inexpresivo del mundo. Después de verle en The Wire, Lost
o Fringe
tiene la excusa de que su papel es aparentar esa indiferencia. Ahora bien, Taylor Lautner le derrota claramente.
Su capacidad expresiva llega hasta donde llega el movimiento de sus bíceps. Lo
peor es que pretende ser algo así como Con la muerte en los talones en plan
teen. Qué espanto de película.
Otra
sobrevaloradísima película de Alexander
Payne.
No
digo que sea mala. De hecho, creo que es más que buena. Al lado de tanto drama
exagerado, oscuro y retorcido, se agradece una historia verosímil, cotidiana y
con fundamento. Pero,
al igual que con sus anteriores películas, me parece que tanta nominación y
premio están sacadas de quicio. Tiene una cierta profundidad encaminada a esa
escena en que George Clooney
descubre que su esposa es su amor, su amiga, su sufrimiento, su alegría. El
resto de profundidad que uno busque es extracinematográfica, sacada del
contexto fílmico. Es
sugerente, sí. A ratos graciosa. Me
gustó mucho el novio imbécil de Alexandra. Qué tío tan insensato.
El
Leñador es el amo de una ciudad oscura. Y cuando un tren se acerca a una ciudad
oscura siempre hay un pasajero silencioso.
O
dos. Bunraku es una sucesión de guantadas y piñazos que
descansa, de cuando en cuando, intercalando frases de tipos duros. El
reparto no está mal. Ron Perlman, Woody Harrelson, Demi Moore y un Josh Harnett
al que creía desaparecido. Lo mejor es la estética de origami, marionetas e
ilustraciones en relieve. Y no está mal la música de sala de juegos,
videojuegos y pinball. Podría
haber sido mucho peor, pero le salva la estética. Podría haber sido mucho
mejor, trabajando el guión. Se queda en tierra de nadie, creo yo. La
venganza, el ojo por ojo y diente por diente, siempre rima mejor que poner la
otra mejilla. Y ahí está la excusa para dispensar tortas a mansalva. Se
deja ver si eres tolerante.
Pensé,
supongo que tú también, que ese asesino tan frío y tan juguetón (contemos de 10
a 1) iba a dar mucho juego en esta tercera temporada. Pero,
mira tú, se le ocurre ponerse a jugar con Raylan Givens en el primer capítulo,
todavía más frío que él. Qué gran escena. Qué tensa, qué sencilla, qué
ingeniosa. -Lo
siento por tu mantel. Ava,
esa peligrosísima veleta, parece mostrar interés, ahora, por el negocio de la
marihuana. Y
Boyd, dentro de la cárcel, ha llegado justo al lugar que quería. Junto al que
disparó a Ava. Empieza
bien.
2x01:
Me parece que me va a costar mucho perdonarles lo que hicieron con Irene Adler.
La genial ladrona transformada en una vulgar dominatrix. Please. Lo sé. Lo sé.
Querían mostrar que Holmes era vulnerable a los encantos femeninos, que no era
homosexual, tema con el que juegan mucho en esta temporada. Pero el modo de
hacerlo no es destrozando a Irene Adler. Ay.
2x02:
Aburrido, previsible, rutinario. Peor aún porque se trata de El
perro de los Baskerville, uno de los más importantes relatos. Capítulo
sencillote, ramplón. Elemental, querido Holmes. Digno de cualquier serie
policiaca del montón. Pero no de Sherlock. 2x03:
Genial, magnífico, sensacional, maravilloso, grande. Muy grande. No sólo un
gran capítulo sino uno de los mejores capítulos de cualquier serie que uno se
pueda echar a la cara. Guión, montaje, música y un ritmo trepidante. Rápido y
enérgico todo el tiempo salvo en la escena del tejado: un frenazo en seco para
reposar y acabar con Moriarty y Holmes conforme a lo previsto. Y,
ahora, tendremos que esperar, otra vez, mucho tiempo, para saber el modo en que
Molly y Holmes solucionaron el problema final. Pero
lo de Irene Adler... Ay.
El
principal problema es que ni es comedia ni es drama.
El
segundo problema es que, como sátira del circo mediático, tampoco hiere mucho. El
tercer problema es el tiempo: la distancia entre Madrid y Cartagena, los
periódicos matinales por la noche... Pero
es gracioso ver a José Mota y Salma Hayek (chamaquita) acompañados de
un nutrido reparto ocasional: Blanca
Portillo, Carolina Bang, Fernando Tejero, Santiago Segura, Nacho
Vigalondo... y Lorenzo, gótico siniestro. Esta
vez Álex de la Iglesia no ha dado
con el tono. Aunque hace ya mucho tiempo que no da con él. No
sé. Tiene sus buenos puntos, pero no son suficientes. Le falta la chispa.
La
premisa es original. Angélique, chica tímida, consigue trabajo porque el jefe,
otro tímido, incapaz de soportar más entrevistas, contrata a la primera que llega. Y
ya está. Bien.
Hay romance y los dos acaban juntos. Pero no hay más. La película dura
solamente 75 minutos y le sobran unos 50. Sorprende
la incapacidad para desarrollar cualquier escena. Creo que a cualquiera se nos
ocurren, rápidamente, tres o cuatro situaciones comprometidas y divertidas en
las que situar a un par de tímidos patológicos. En Tímidos anónimos se les
ocurrió la idea pero no el modo de sacarle partido. Así que estiran esa idea
hasta el infinito. Lástima,
porque podrían haberle sacado muchísimo juego al embrollo del chocolatero
ermitaño. -Hola,
me llamo Angélique. Soy chocolatera.
Una
agente de la CIA, sometida a todos los exámenes de la Agencia, tiene trastorno
bipolar paranoide, se medica en secreto y nadie se ha dado cuenta. ¿En serio?
La
misma agente sigue a un marine sospechoso de ser terrorista. Me mantuvieron
vivo 8 años por mi cara bonita, rezo a Alá, soy del Islam, pero no soy
terrorista, soy majo. Ah, bueno. Entonces ya no sospecho de ti y, además, me
enamoro. ¿En serio? El
chaleco bomba. ¿En serio? Vale,
no pasa nada. Hay muchas incoherencias e incoherencias gordas. Pero más
inconcebible era 24 y funcionaba. No es mala serie de entretenimiento, pero no
me parece, tampoco, una gran serie, no la gran serie del año de la que muchos
hablan. La
he visto de tres tirones porque no acababan de engancharme esas pretensiones de
ser tomada rigurosamente (Rubicón) mientras jugueteaba con lo
inverosímil (Último aviso. Y conste que me gusta Último aviso. Porque no
pretende ser más de lo que es). A decir verdad, la única razón para retomarla
fue Mandy Patinkin - Iñigo Montoya -
Saul Berenson. El
final de la temporada está bien, con Claire
Danes loquísima de atar y, pese a todo, más cuerda que todos los demás
juntos. Como
no se acuerde de Issa nada más empezar la segunda temporada, lo dejo. Sólo
faltaba que pretendieran mantenernos en vilo, 13 capítulos más, con el recurso
de tener algo en la punta de la lengua.
A
esto lo llamo yo una comedia romántica. ¿Por
qué es tan difícil hacerlas ahora? Chico conoce chica. Por supuesto. El
argumento de siempre. Pero antes sabían plantearlo de modo original y los
personajes, él, ella, los secundarios, eran auténticos, verdaderos, creíbles.
Veo la mayoría de las comedias de ahora y todos los personajes me parecen
iguales a los del día anterior. Esa
secuencia nocturna en las cataratas del Niágara, con esos contraluces y
sombras, me parece una auténtica maravilla, una de esas cosas que ves y se te
quedan grabadas. Barbara Stanwyck y Fred MacMurray son siluetas recortadas,
a veces con los rostros ligeramente visibles para volver a ser siluetas. Una de
esas cosas por las que un director de fotografía se gana su sueldo
justificadamente. Ella
una ladrona, él fiscal. Una fianza, Mike el Gordo que piensa del modo que
piensa y ya está el lío montado. Otra
pequeña joyita de los años 40.
-Alguien
debe ponerse los pantalones. Esos hombres no tienen agallas.
La
película es bastante hagiográfica, cosa que me parece bien, muy bien, porque
soy de esos tíos retrógrados que pondría una estatua de la tendera y baronesa Margaret Hilda Thatcher en cada pueblo.
Aunque sólo fuese por recordar que ella fue una de las tres personas que se
cargó el comunismo. Ellos, los comunistas, fueron quienes le otorgaron tan
honroso sobrenombre: dama de hierro. Pero
se queda lejos del nivel de The Queen. Ésta acertaba al elegir
un instante de la vida de la reina, sólo uno, y, a partir de ahí, trazaba un
perfil. La dama de hierro quiere repasar la biografía entera y, claro,
así no hay manera. Pese
a todo tiene bastantes momentos interesantes. Como ese en que habla de los
sentimientos y los pensamientos. Bien.
Meryl Streep se sale. Ya sea como
Primera Ministra o como anciana con principio de Alzheimer, me deja alucinado. Y,
en fin, se vea como se quiera, en cuanto se fue ella volvieron los cobardes.
Allí, aquí o allá. Ni uno solo de ellos ha sido capaz de tener sus tacones.
Tiene
su gracia, pero no tanto como Ritchie
cree. Tiene
sus momentos. Me gusta el final. La partida de ajedrez; esa pelea física entre
Holmes y Moriarty que presencia el espectador, pero que sólo se desarrolla mentalmente
en la cabeza de ellos; la caída en las montañas de Suiza conforme al libro; el
epílogo. Desde
cierto punto de vista (la aceptación de que a Ritchie se le fue una vez más la pinza) me gusta el tiroteo del
bosque en cámara lenta. No aporta nada, no tiene sentido, pero queda bonito. Nacionalistas,
anarquistas, terroristas. ¿O es sólo una mente la que está orquestando el caos
en Europa? Poco 221B de Baker Street y mucho correteo por Europa. Muy
buena la puesta en escena. En eso no han escatimado. Mucha
policía, poca diversión.
Pues
que es de Aki Kaurismäki, qué
quieres que te diga.
Delirante,
ridículo, tierno, caricaturesco... genial. Lo
que más me gusta de Kaurismäki es su
forma de iluminar. Esa luz oblicua que atraviesa el plano, que no viene de
ninguna parte ni va a ningún sitio, que crea unos ambientes como de estampas
antiguas, como de cuento con promesas de casitas de chocolate. Me
gustan, también, esos diálogos estrambóticos. Sobre los versículos de san Lucas
o sobre mejillones contra vieiras, sobre ser limpiabotas o pastor, sobre el
vestido amarillo que ella llevaba en La Rochelle. -No
te mereces a Arletty. -Nadie
se la merece. ¿Por qué no iba a escogerme a mí? Y
está Kati Outinen, la actriz que más
cosas puede expresar desde su insobornable indiferencia. Todo
entra bien. Con gracia fluida, con el desconcierto que provoca que te muestren
el mundo con una mirada nueva. Pero... Sí, pero... Siempre hay en sus películas
algún momento que a mí, personalmente, me aparta, un momento que es excesivo,
que es demasiado. En
El
Havre, ese momento fue el del concierto benéfico de Little Bob. Toda
esa secuencia es tan desorbitada... La separación por una discusión sobre el
manzano del jardín, la reconciliación, el propio Little Bob, el cartel (¡ese
cartel! ¡Little Bob: el regreso! ¡El regreso!). Me tronché, me reí muchísimo.
Pero me expulsó tanto de la película, es tan surrealista, que me costó volver a
zambullirme en la normalidad. Bueno.
El conjunto está muy bien, la verdad. -Los
milagros existen. -No
en mi barrio. Hasta
que ocurre uno. Precisamente por eso se llaman milagros.
Me
recuerda, en muchas cosas, a Dinero fácil. La trama, en lugar de
desarrollarse en los bajos fondos de Estocolmo, tiene lugar entre las mafias de
Corea del Norte, Corea del Sur y China.
La
rabia se extiende. La
historia de un hombre desesperado en un mundo desesperado. Una violencia extrema,
sucia, descarnada. Mientras te queda sangre, puedes seguir matando. 157
minutos conducidos a un ritmo vertiginoso, sin apenas descanso, plagado de
elipsis para llevarnos a los puntos neurálgicos de las alcantarillas. El
protagonista es un tipo prescindible, cebo ideal para un trampa. Pero se
resiste a morir y él mismo se convierte en la trampa. Creo
que el cine coreano puede llegar a ser muy bueno. De momento, para llamar la
atención, se desmadra con mucha facilidad. Pero pienso que, cuando reciba mayor
reconocimiento, sabrá moderarse. Esa larga, agotadora, frenética fuga en los
muelles, el barco, el camión, los coches, no tiene nada que envidiar a
Hollywood. Y con un tono mucho más realista. La
supervivencia desde la miseria.
No
tiene mucho que ver con la Navidad y ni siquiera con la nieve. Pero, pese a
todo, ciertamente, es un musical navideño.
Guiado
con la elegancia que caracterizaba a Michael
Curtiz. Pienso que Frank Capra
habría construido una obra maestra a partir del guión de esta película. Pero
supongo que Capra no habría hecho un
musical. Habría hecho Un gángster para un milagro. La
trama no es sencilla. Se conjuga la presencia de dos antiguos combatientes de
la II Guerra Mundial que son bailarines y productores, la aparición de dos
hermanas que bailan juntas y buscan promoción, un trabajo en Vermont, la
historia de un general retirado... Y, obviamente, los romances que van
surgiendo. No
la situaría entre los grandes musicales ni entre las grandes películas
navideñas. Pero tiene su cosa, su gracia sencilla, su facilidad para hacer
evolucionar una trama en la que muchos habrían tropezado. Bien.
Las navidades terminaron. Pero nunca es tarde para un poco de magia. Si te sientes
nostálgico, Navidades blancas te satisfará. E incluye algún número bastante
moderno para su tiempo: ese debate entre baile y coreografía.
Lars von Trier ha hecho cosas
buenas al cine. Y también mucho daño. Por ejemplo aquel musical, por llamarlo
de alguna manera, llamado Bailar en la oscuridad. A partir de
ahí, la gente cogió la manía de terminar los musicales con la muerte del
protagonista. Véase, por ejemplo, la reciente tontería con la que todavía
muchos babean, Cisne negro. Cosa que, a su vez, me hace pensar en que nadie
vio West
Side Story. Allí también moría el prota y la gente siguió haciendo los
musicales como si no hubiera pasado nada: con final feliz.
Viene
en los manuales. Musical=final feliz. Carca que es uno. Fred Astaire, Ginger Rogers, Bing Crosby, Esther Williams... Ah, qué tiempos aquellos. El
caso es que, gustos a parte, Moulin Rouge es llamativa
visualmente pero una pedrada en muchos sentidos. La principal de ellas su
inadecuación entre fondo y forma. Bailar en la oscuridad ya te
preparaba para lo peor. Sin embargo, la estética kitsch, juguetona, tontuela y ridícula de Moulin Rouge, no encajaba
para nada con ese final. No tiene, por otra parte, un baile inolvidable o una
canción antológica. Pese a sus excesos coloristas. Aunque:
-Que
maravillosa es la vida, ahora que estás en el mundo.
¿Influyen
los críticos de cine en las decisiones del espectador?
Algo
sí. En las pelis malas, por ejemplo, no hacen pases de prensa porque saben que
la crítica las va a machacar. Es el caso de El código da Vinci o Torrente.
Los americanos, por su parte, piensan que los críticos españoles influyen más
que en otros sitios y, en ocasiones, aunque hagan pase de prensa, secuestran la crítica hasta el mismo día
del estreno, como en Amanecer (1ª parte). Yo
me fío, en general, de algunos. De pocos. De otros, nunca. Y, de entre los que
no me fío nunca, tengo algunos amigos. Bien pensado, mis amigos críticos son de
los que menos me fío. Pero a veces tienes que ver con ellos cosas que te
recomiendan. Como
por ejemplo Tentación en Manhattan. Una joyita de las comedias, fresca,
distinta, divertida. Eso me dijo. Y lo dijo un tipo que, normalmente, va a por
el cine de aristas. Pero esta peli le hizo tilín, quién sabe por qué. Y yo que
veo a Sarah Jessica Parker, el
título, el cartel... Pues
tirando a elemental. Le doy un aprobadillo por eso de las buenas intenciones.
Pero nada más. Lo
bueno de esto es que, el próximo día, le colocaré Franklyn, que a mí me
gusta y sé que a él no le gustará.
Me
puse con ella porque era una de las pocas cosas que no había visto de Sam Raimi.
Desde
el momento en que una mujer es la pistolera en una película del Oeste, hay que
decir que se trata de un Western atípico. Hay pocos. Johnny Guitar y, en
cierto modo, Valor de ley. Rápida
y mortal está lejos de estas dos pero merece, creo yo, cierto respeto. Porque la dirige Sam Raimi y porque trabajan Sharon
Stone, Gene Hackman, Russell Crowe y Leonardo DiCaprio. Un
pueblo que organiza un concurso de duelos a muerte y al que acuden pistoleros
descerebrados, lo mejorcito de cada familia. Un pueblo que se encuentra
gobernado por un tal Herodes. Y
Lady se apunta al combate. Es
verdad que tiene elementos demasiado exagerados: esos bonitos agujeros en el
cuerpo, ese balazo final que hace dar una vuelta de campana. Pero también tiene
sus cosas buenas. Me gusta mucho el comienzo, la presentación de personajes,
los secundarios. Sirve
para pasar el rato cómodamente.
Esta
película de espías no va a gustar al público general. Y a Tomas Alfredson, su director, le importa un pito que no guste. A mí
me parece muy bien. Es
seca, pastosa, difícil de seguir. Si pierdes un detalle, algo de la trama se te
va. Y no va a repetirte las cosas dos veces. A Anna, la mujer de Smiley, la vas
a identificar porque lleva un vestido rojo. Por poner un ejemplo que debatieron
mucho las dos viejecitas que tenía detrás. Hasta que una de ellas, por fin, se
quedó dormida. No
es que John LeCarré me guste mucho.
He leído cosas suyas y sé quién es Smiley, la organización Circus y me hago
cargo de su mitología sobre los servicios secretos británicos. Pero me parece
que Alfredson le ha mejorado. Vi
un par de veces Déjame entrar y sospecho que con El topo haré lo mismo.
Tampoco más porque no son películas para alegrarte la vida. Pero sí merecen dos
visionados porque tiene estilo y personalidad.
Para
empezar el año, una película bonita y familiar, pero no cursi.
Cameron Crowe acierta en el tono
de la película. Un joven viudo, padre de dos hijos, busca casa para empezar de
nuevo. Acaba liándose la manta a la cabeza y comprando un pequeño zoo. El
primer acierto es que, aun contando con Matt
Damon y Scarlett Johansson, no
les mantiene en un perpetuo desfile de modelos. Trabajan en un zoo y tienen
aspecto bastante normal. También está Elle
Fanning que, como también sale en todas las películas que puede, tenía que
acabar coincidiendo, tarde o temprano, con Matt
Damon. Esta chica debe estar perdiendo un montón de clases. El
segundo acierto es que, para ser una película familiar, la relación padre-hijo
no es un cliché (véase el broncazo de Matt
Damon al chaval: justificado, verosímil, racional). Debería aprender Spielberg y aplicar algo de esto a Falling
Skies o Terra Nova. El
tercer acierto es que no cae en el ecologismo barato. A los trabajadores del
zoo les gustan los bichos pero saben que las personas son lo primero. Un
cuento bien contado, amable, entretenido. Previsible, pero era a lo que íbamos.