Es seca, pastosa, difícil de seguir. Si pierdes un detalle, algo de la trama se te va. Y no va a repetirte las cosas dos veces. A Anna, la mujer de Smiley, la vas a identificar porque lleva un vestido rojo. Por poner un ejemplo que debatieron mucho las dos viejecitas que tenía detrás. Hasta que una de ellas, por fin, se quedó dormida.
No es que John LeCarré me guste mucho. He leído cosas suyas y sé quién es Smiley, la organización Circus y me hago cargo de su mitología sobre los servicios secretos británicos. Pero me parece que Alfredson le ha mejorado.
Vi un par de veces Déjame entrar y sospecho que con El topo haré lo mismo. Tampoco más porque no son películas para alegrarte la vida. Pero sí merecen dos visionados porque tiene estilo y personalidad.
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