
La película merece la pena de ese modo en que lo merece ver algo divertido y original sin ser seductor y rompedor.
Me parece a mí que, en el fondo, es un alegato a favor de que la gente piratee, plagie, copie y disfrute el cine como le dé la gana. En una era en que el Blue Ray nos ofrece tropecientos megapíxeles por pulgada para ofrecer más definición, es obvio que a la gente le importa un pimiento.
A Sony debería hacerle pensar el hecho de que su sistema sea tan lento para imponerse o que su PlayStation 3 (altísima resolución de imagen, increíble detallismo) se haya visto superada por la mayor jugabilidad de la Wii (con mucho peor calidad de imagen).
A la gente, como siempre, le gusta que le cuenten historias. Y es lo que cuenta Rebobine, por favor en un final capriano al cien por cien, redondo, bonito, imposible. Historias de gente de un barrio que se une para hacer la cutre-película que todos hemos hecho alguna vez.
Y, finalmente, a verla con los amigos.