Es
una película dramática que termina siendo muy visceral. Gente mezquina que
acumula rencores estúpidos por causas estúpidas. Gente que no da explicaciones
ni las pide. Gente que se forma su propio juicio sin atenerse a razones. Y esa
acumulación lleva al odio y a tomar decisiones sin pensar en las consecuencias.
Lo
curioso es que las situaciones son tan locas, las decisiones tan absurdas, que
en ocasiones te hacen gracia. Hasta te dan la risa. Pero no una risa alegre. Es
la risa que te provoca la máxima estupidez. Vamos, que te ríes por no llorar.
Dentro
de un laconismo vital, dentro de la vida acomodada de la clase media, parece
existir un territorio en el que no cabe el amor. El título original (creo que algo
así como Bajo el árbol) da una
mejor idea. La sombra del árbol, ese árbol en el jardín de una casita
acomodada, debería ser un símbolo de vida realizada. Pero es lo contrario. Él
árbol es el testigo de vidas encerradas en el egoísmo.
Una
historia tremenda. Adivinas desde los primeros compases que la cosa no acabará
bien, pero el final es casi abrumador. Atención a la trama del perro. Y al
último plano. Tan abrumador que tienes que reírte. Bueno, o echarte a llorar.
Por suerte, como es imposible identificarte con esa gente, optas por la risa.
Una
historia amarga, islandesa, tan helada como el lugar del que procede.
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