Pues sí. Ya empezó la
sexta temporada de Selina Meyer, la vicepresidenta inútil que llegó a
presidenta por rebote, la pifió terriblemente y estuvo a punto de ser reelegida
porque, oye, tampoco es que haya muchas opciones mejores.
Ahora está trabajando
por la alfabetización de adultos (y el SIDA). Por suerte, Selina tiene en mente,
de nuevo, la idea estúpida de volver a presentarse a presidenta y supongo que
eso hará reunirse al equipo. Espero que sea así, porque si no, las tonterías
colaterales serían sólo tonterías colaterales.
Eso sí: no ha perdido
un ápice de mala leche, brutalidad verbal, insultos rastreros y ataques a la
yugular de la clase política.
Hacer la pelota a la
cara, clavar el puñal por la espalda. La infinita partida de traiciones,
mentiras y desprecio.
A veces, ya sabes,
pongo una frase al principio y/o al final de los comentarios. Pero es que si me
pongo a escribir las barbaridades de un solo capítulo podrían acusarme de
copiar el guión. Y no sé con cuál de las burradas quedarme. Bueno, vale,
pongamos una:
-¿Cómo es?
-Muy maja.
-Dicen que es una gran
zorra y media.
-Sí, sí que lo es.
Vale, venga, otra:
-¿Solomon Tanz? Es
radiactivo. Lee en el retrete a la luz de su propia mierda.
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