Supongo que toda
película ambientada en un psiquiátrico tiene un punto de rareza que atrae. Aquí
el psiquiátrico se lleva la primera parte, hasta que las dos mujeres escapan al
mundo real para tratar de resolver sus problemas pendientes. En el caso de una
se trata de la búsqueda de su hijo, en el caso de la otra… Bueno, la otra
quiere todo.
Una ricachona madura caída
en desgracia que ha terminado en el sanatorio que su propia familia financiaba.
Una joven pobre, miserable y desesperada. Ambas se harán amigas en el sanatorio
y ambas planearán una fuga para intentar lograr lo que quieren.
Un poquito de comedia
loca y un mucho de drama. Abunda la tristeza en esta película, suavizada por
toques de esperanza. Pero ambas son vidas truncadas, que arrastran el dolor.
Hay cosas irreparables, nunca volverán a poseer lo que tuvieron, no hay manera
de arreglar ciertas cosas, pero acaban por descubrir otro camino, otro modo de
tener una cierta paz.
Valeria Bruni Tedeschi (la semana pasada la
veíamos muy sobria en La comunidad de
los corazones rotos) aquí está desatada, eléctrica. Muy divertida en su
locura si no fuese por el patetismo de su personaje.
No sé a quién
recomendarla. Tiene ese aire perturbador que te deja con ánimos
contradictorios.
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