
Algunos personajes no funcionan. Como Paul, cambiando de agente del FBI a trabajar para Dollhouse por una buena causa. Inverosímil. O Adelle, la mayor perra del planeta convirtiéndose en una guía para los desamparados. Improbable.
Pero lo autoconclusivo funciona bien junto al arco argumental general, avanzando imparable hacia la conclusión lógica: el apocalipsis de una sociedad en la que unos son los recipientes de los otros.
A ratos sugerente, intenta averiguar si somos nuestra memoria o lo que hacemos. O aquello que queda, en lo más profundo, por muchas veces que te borren, como ese amor de Víctor por Sierra.
-¿Me he quedado dormida?
-Sólo un ratito.
-¿Puedo irme ya?
-Si quieres...
Algo más que discos duros.
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