
Volví a verla. Ciertamente no envejeció bien y los primeros veinte minutos, la época medieval, se hacen pesadísimos. Pero, curiosamente, a partir de ahí, tiene un sentido del ritmo envidiable. Alocada, frenética, sin conceder respiro, absurda pero llena de dinamismo. Ni me pareció tan graciosa como la primera vez ni tan lograda en sus personajes. Pero tiene eso de lo que carecen las comedias locas de hoy en día: agilidad narrativa para no aburrir.
Además
Jean Reno y Valérie Lemercier comenzaron a ser conocidos más allá de sus
fronteras.
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