
Desde que recientemente volví a ver Porco Rosso me moría de ganas de ver otra película de él. Así que regresé casi a los orígenes, a El castillo en el cielo.
Tiene muchas de las constantes que su cine tendrá después, pero también aspectos originales que luego no se repiten. Hay un malo malísimo, un malo integral y eso no vuelve a suceder en producciones posteriores. Y el ritmo: se trata de una persecución sin descanso que no concede respiro, una carrera hasta la extenuación. Ni siquiera cuando llega el final se detienen los personajes.
Después, Miyazaki llenará de matices a los malos de modo que, en el fondo, ni siquiera son malos y tienen sus razones para comportarse como se comportan. Y, por otro lado, suavizará la acción para adentrarse en los personajes.
¡Qué espantosa tensión cuando Muska dispara a las trenzas de Sheeta!