Bueno, tampoco es para tanto. Ocurre que Las crónicas de Spiderwick me ha aliviado de la frustración devolviéndome ese entusiasmo por el cine infantil cuando está bien hecho. La cosa tiene su parte de drama, con Mary-Louise Parker, Sarah Bolger y Freddie Highmore (por duplicado) inmersos en continuas broncas y batallas verbales familiares. El mérito de Mark Waters es que dosifica el humor sin ridiculizar las situaciones; las contempla con ironía.
Me encantó que los duendes hirieran seriamente a los protagonistas y estos respondieran adecuadamente: espadazos, fuego y, en caso de necesidad extrema, incluso el recurso al tomate. La cocina llena de babas viscosas es un triunfo que no se lograba creo que desde Gremlins. Nada de ñoñerías, hombre, que para eso ya tenemos el chiki-chiki.
Por cierto, hoy, Juan Manuel de Prada, dice que el chiki-chiki es un acto de risueño y saludable vandalismo. A mí, por más que lo vistan de alternativo, me parece ñoño.
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