Pero hete aquí que están los buenos. Los buenos protegen a Teo. Lo protegen de un modo bastante peculiar. Todo vale con tal de que no le claven el puñal: pegarle un tiro, estrangularle o matarle de cualquier forma imaginable. Así se reencarnará. Con amigos así, para qué quiere uno enemigos.
Lo peor de El último justo es el aura pretenciosa con que se reviste.
1. La estética matrixera. La peli empieza con un cursor en la pantalla de un ordenador, cifras y una conversión a caracteres del alefato. Después un edificio con cabinas de trabajo como aquéllas en las que trabajaba el señor Anderson. Esto dura unos 10 minutos. Luego se cansan.
2. La estética Bekmambetov. Ya hablé de este señor ruso y, aunque le puse de vuelta y media, no me han hecho caso y tiene admiradores: cámara lenta para mostrarnos a un señor que camina por el pasillo, contrapicados sin sentido, delirios varios con la cámara...
3. Estética intelectualoide. Un plano fijo de un par de minutos filmando una habitación sin gente en la que no pasa ni pasará nada.
4. Estética cutre. Es en lo que suelen acabar estas cosas. El protagonista, oculto tras un muro, se levanta. Una cámara de fotos se le cae. El objetivo se acerca para que lo veamos bien y... ¡un círculo amarillo aparece trazado sobre los fotogramas para que quede más claro!
Pues eso: han pasado 24 horas y todavía no me creo que estas cosas las pongan en pantallas de cine.
2 comentarios:
No te lo tomes a mal, pero es que últimamente estas yendo a ver pelis con una mala pintaza impresionante... supongo que es lo que tiene intentar huir de la campaña a cualqueir precio
Bueno, es la resaca post-Oscar. No ponen gran cosa decente y, por otro lado, uno cree que va a descubrir algo nuevo.
Al menos, uno tiene tendencia a creerse esos mensajes que acompañan a las carátulas: "Lo mejor de lo mejor. *****. Cinegramas". Ya se me pasará.
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