Mélanie es una niña de 12 o 13 años que se presenta a un examen de piano. Mientras toca, la presidenta del tribunal, firma un autógrafo, Mélanie se distrae y suspende. Unos diez años más tarde Mélanie ha dejado la música, ha estudiado Derecho y entra a hacer prácticas en un bufete. Pero cuando ves quién es la esposa del dueño del bufete te das cuenta que Mélanie -tan modosita ella, con su voz suave y sus modales discretos-, está preparando una venganza gordísima. Pero gordísima, gordísima.
No es para el público palomitero de La mano que mece la cuna. Quiero decir que no hay sangre ni sustos. Se trata, como en Caché, de cómo irrumpir en una familia burguesa y de cómo hacerla pedazos desde dentro en su psicología, en sus sentimientos, en su moral. Tanto en su vertiente crítica como en la del suspense, me ha parecido más inteligente esta película de Denis Dercourt que una docena junta de Claude Chabrol.
Aunque, la verdad, no dejo de pensar que habría sido más fácil para Mélanie presentarse al examen del año siguiente.
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