22/4/18

Isla de perros


Todas las películas de Wes Anderson son disparatadas. Además de ser disparatadas pueden ser inteligentes o encantadoras o aburridas o interesantes. Algunas sólo son disparates.
Isla de perros es su segunda película de animación después de Fantástico Sr. Fox. Que era disparatada e inteligente porque se apoyaba en un relato de Roald Dahl. Esperaba algo igual de bueno. O mejor. Porque se supone que uno aprende de sus errores.
Isla de perros vuelve a ser una decepción de Wes Anderson. Disparatada y nada más. Ocasionalmente encantadora. Pero sólo ocasionalmente. Y sí, estéticamente conserva las pautas de su director, pero puede ser cargante para muchos y, si en ocasiones esa estética tiene mucho sentido, aquí tiene poco.
Hay cierto deseo de homenajear el cine japonés del bushido, la wuxia, los samuráis… Pero es algo caprichoso, impostado, anecdótico. No hay detrás verdadera sustancia y alma.
Así que, si la película no es especialmente graciosa ni especialmente profunda, ¿para qué público es? Para mí no, desde luego.

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