El planteamiento es muy
del estilo John LeCarré porque está basado en una novela de John
LeCarré. Esta perogrullada tiene sentido porque, una vez planteada la
trama, la historia se derrumba y avanza espasmódicamente, sin un pulso firme.
Deja de parecer de John LeCarré para convertirse en una pequeña
bobadita.
No está Smiley. No está
Circus. Está un Damian Lewis al mando que no hace ni sombra a los
personajes fuertes del escritor. El mejor es Stellan Skarsgard, que da
vida a ese ruidoso mafioso ruso con intenciones de pasarse al lado británico,
actuando como si el mundo fuese suyo aunque consciente de que su vida pende de
un hilo.
Muy
normalita.
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