11/6/12

Planeta prohibido

Tiene narices hacer esta película en 1956.
La imaginación va por delante de los medios. Al menos, antes, iba. Cuando Lucas sabía cómo quería hacer La Guerra de las Galaxias pero no tenía los recursos necesarios (en su caso habría sido mejor que no llegara a tenerlos nunca). Al igual que James Cameron y su primer Terminator. O Pixar. Tuvieron que crear ellos mismos empresas capaces de desarrollar lo necesario.
Planeta prohibido es, técnicamente, lo que cabía esperar. Ese platillo volante. De los de toda la vida, de los de andar por casa. Un platillo volante que es un círculo con una cúpula arriba y un cilindro luminoso debajo. Sin adornos, ni historias. Un platillo volante casero. Decorados, vestuario, el robot... Todo de andar en pijama y zapatillas.
Aunque se esmeran con algunas escenografías como el descomunal interior de las instalaciones alienígenas.
Pero los temas son otra cosa. Hay mucha ciencia-ficción ahí detrás. La exploración del espacio, los límites de la ciencia, el subconsciente, las culturas alienígenas, el robot que parece cumplir las leyes de la robótica... Una película tremendamente sugerente.
¡Ah, claro! Y el tema de la humanidad crecida inocente en un entorno de armonía, mostrado a través de la chica cañón, que no está claro si es tonta o se lo hace.

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