
Ya he mencionado a Robert de Niro y Al Pacino en alguna otra ocasión. Ahora añado a Harrison Ford y Diane Keaton. Y lo digo desde el más profundo de los respetos. Es tan triste, tan triste, tan triste, ver cómo grandes intérpretes se suicidan lentamente en películas tan... mediocres.
Morning Glory no está mal y ellos contribuyen a hacerla mejor. Porque son buenos, sí. Por eso, porque actúan con los ojos cerrados, porque se saben todos los trucos de memoria, me da pena. Está muy bien que una jovencita como Rachel McAdams aprenda de ellos y les siga el ritmo. Lo hace genial. Pero ellos están ahí, tan correctos, tan rutinarios, tan sin esfuerzo, tan lo de siempre... La risa tonta de siempre de Diane Keaton, la mueca torcida de siempre de Harrison Ford.
Después de tatuarnos las retinas con películas gloriosas, nos las queman con su caduca frivolidad.
Ay.