Un buen corazón es una elevada muestra de excentricidad islandesa. Aunque Dagur Kári esté nacionalizado en Francia es evidente que le queda una visión peculiar. Cada personaje, cada escena es más extravagante, más surrealista, más al filo de lo verosímil que la anterior. Lo cual está muy bien porque consigue sorprender al espectador. Muestra lo divertidas que son las personas patéticas. Lo de la azafata despedida porque tiene miedo a volar es de traca.
Ahora bien, la trama es demasiado previsible, obvia y elemental. Sabemos lo que les va a pasar al final a Jacques y Lucas. Así que la baza fuerte sería idear algo interesante para April. Pero tal cosa no sucede y te quedas con cara de póquer.
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