Todo ese desastre no es más que el reflejo externo del caos emocional que los tres hombres (adulto, adolescente, niño) cargan encima. Hay que tocar fondo para reponerse.
No aporta gran cosa salvo el hecho de ver que Clive Owen, habitual tipo duro en pelis de acción, también es capaz de hacer melodramas. Y lo hace bastante bien. Gracioso el comentario sobre ese mueble que no sólo sirve para guardar los cubiertos sino que, además, los lava.
Había mucha mujer mayor de 50 años en el cine. Se llevaban las manos a la cabeza cotemplando el progresivo desastre en que se convertía el hogar.
Como si no conocieran cómo son los hombres.
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