27/4/12

Martha Marcy May Marlene

Ayer resolví uno de los mayores enigmas que se ha planteado la humanidad.
Descubrí cuánto dura, exactamente, la eternidad: 102 minutos.
102 minutos eternos, los más largos de mi vida.
A Sean Durkin ya lo tengo fichado para prescindir de él en futuras ocasiones. Y para mandarle al Escuadrón Asesino Víbora Letal a su casa y que le haga algún tipo de advertencia.
Vaya película aburrida, sosa, intrascendente y, a la par, desagradable. Aún peor que Tenemos que hablar de Kevin. Y eso es decir mucho. Ahora que lo pienso, juntar a Kevin con Martha podría dar para una secuela.
La cosa podía prometer. Una chica abandona una especie de secta-comuna anarquista-hippie o algo así. Al parecer, después de dos años, lo de matar gente no lo lleva bien del todo. Aunque tampoco está claro que ese fuese el detonante. Dejémoslo en que, como Elvis, volvió a casa.
Y ya está. La chica, traumatizada, duerme mal, come poco, vomita, tiene pesadillas, se baña en el lago... Y, de verdad, de verdad de la buena, que ya está. En determinado momento el director decide parar y para. Por suerte para todos los espectadores. Si la eternidad hubiese durado un poco más, no habría aguantado.

2 comentarios:

edp dijo...

¿Llegaste a preferir, incluso, estar ante una peli de Kusturica?

Individuo Kane dijo...

Son cosas distintas.
Kusturica, a su modo, no aburre. Lo miras y dices: ¿este tío que me está contando? Y sigues viéndolo para ver cuál es la siguiente marcianada que se le ocurre montar con los paletos de un pueblo que bajan la colina tocando el chistu. Pero llega un momento en que dices: "Me largo. Voy a hacer algo más interesante."
Esta peli fue, sin más, un tostón.